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Rashōmon
(羅生門)
Año: 1950
País: Japón
Dirección: Akira Kurosawa
Música: Fumio Hayasaka
Sí, el origen del «efecto
Rashomon»
Con esta película se dio a conocer Akira
Kurosawa y el cine japonés de posguerra en Occidente.
Hay otros cineastas japoneses cuya poética, posiblemente,
nos impresione más. A veces, sin embargo, nos resultan herméticos en su sutileza. Kurosawa,
en cambio, es el favorito de Occidente por su claridad, nos resulta mucho más
comprensible, sin perder del todo ese aire de cuento fantástico.
La historia que nos cuenta está basada en un
relato de Akutagawa. Un día tengo que comentar por aquí sus historias cortas,
por cierto. No obstante, enmarca esa historia en elementos de otros cuentos,
principalmente el que le da el nombre, Rashomon, una puerta de acceso a la
ciudad de Kioto en la que se dejaban muertos. Se alude a ello en la película, de pasada.
Japón, siglo XII. En el bosque ha aparecido, muerto violentamente, el cadáver de un samurái. Llueve, mucho. Un leñador, un sacerdote budista y un peregrino, comentan el juicio. Cómo ha muerto es algo que relatan varias personas ante el magistrado, con puntos de vista diferentes y contrapuestos. Ese es el famoso efecto Rashomon, que te cuenten la misma historia desde distintas perspectivas, incurriendo en contradicciones, y tú decides qué es lo que te parece más plausible.
No hay que olvidar que están hablando con un
magistrado, o sea, esto es lo que se ve en los juzgados todos los días, que
cada uno cuente la feria como se va, adornando la verdad, omitiendo cosas,
inventándose detalles, todo para ponerse en una luz más favorable para
autojustificarse.
Esa es la realidad, pero en la ficción no es algo que admitamos fácilmente. Ahí tiene que haber una verdad, que el lector/espectador conozca, comprenda,
asuma. La incertidumbre nos causa ansiedad. La película, en ese sentido, es más
confortadora que el libro, porque te pone un testigo más o menos objetivo al
que si quieres puedes creer. El libro no te lo dejan así de mascado.
Uno miente, todos mienten, y al final te
preguntas a ti mismo qué es lo que crees que pasó y, sobre todo, por qué miente
cada uno de los personajes. Si pasó esto o aquello, ¿qué sentido tiene que
mienta la esposa, o el ladrón? ¿Qué nos dice de la verdad, de la realidad, de lo que somos las personas, podemos tener fe, esperanza?
Las interpretaciones, en general, son de esas
tan intensas y reconcentradas emocionalmente que si no te fijas bien, puedes
perderte. Una mirada, el movimiento de la mano o la cabeza… transmiten la
emoción del personaje con mucha más intensidad que mil palabras. Bueno, esto es
cierto de todos salvo el personaje del ladrón, Toshiro Mifune, que es realmente
irritante, con sus miradas feroces, sus movimientos violentos, esa risa tan
irritante… tiene sentido, es coherente con un personaje que quiere amedrentar,
parecer que es un gran delincuente.
Y la mujer, sí, un desafío curioso para la actriz Machiko Kyō, porque tiene que interpretar el personaje desde tres puntos de vista diferentes: cómo se ve ella, cómo la ve el ladrón y cómo la ve su marido.
Luego está la forma, oh, sí, la manera en que te cuenta las cosas. Cómo coloca la cámara, ese punto de vista tan bajo cuando están en el tribunal, mientras que en el bosque adopta una perspectiva del personaje, o una elevada... Los elementos de la naturaleza, como esa constante lluvia en el pórtico de entrada, el viento que revuelve y agita todo cuando están ante el tribunal o el sol entre los árboles. Muchas de estas cosas te las comentan en internet, porque sí, es una de esas películas que ves analizadas en muchísimos lugares de la red. Os dejo enlace a uno cualquiera, de You Tube.
Si te gusta el Cine, por supuesto que esta es
una de esas películas imprescindibles que tienes que ver. Pero, como dijo Michael
O'Sullivan, del The Washington Post (lo
cojo de FilmAffinity), «también cualquiera al que le guste una buena historia o
dos (o tres o cuatro)».
Doy por descontado que la veréis en versión original. Hay dos cinematografías en las que el V. O. me parece imprescindible, la japonesa es una. La francesa es otra. Sí, por mucho que haya gente que deteste las pelis subtituladas. Hay algunas como esta, que me resulta increíble que alguien pueda preferir doblada.
En 1951 le dieron un Oscar honorífico a la mejor
película extranjera. Ganó el León de Oro del Festival de Venecia; en el National Board of Review, mejor director
y película de habla no inglesa.
Podéis leer más en la Wikipedia, Film Affinity, o la Internet Movie Data Base.