Film Affinity |
La vita è bella
Año: 1997
País:
Italia
Dirección:
Roberto Benigni
Música:
Nicola Piovani
Sentimentalismo elevado a la enésima
potencia
Ya he dicho que el cine italiano no
es lo mío. Generalizando, me parece grosero, machista, y con un humor de guardería.
La mayor parte de pelis italianas que aparecen en esta lista es porque son muy
apreciadas por crítica o público, o los dos. Hay excepciones, claro.
Pero esta no es una de ellas.
Esta película no me interesó nada cuando
salió hace veinte años, hasta el punto de que no la había visto hasta que me ha
tocado hablar de ella para este mi blog.
Qué queréis que os diga. La historia va
de un tipo feliz que siempre sabe salir a flote, que se casa con una mujer de
mejor posición social a la que llama Principessa!
cada dos por tres, tienen un hijo y como él es judío, acaban en un campo de concentración
alemán.
Lo más conmovedor es cómo el padre se esfuerza en ocultarle al
niño todo lo desagradable de la vida, haciendo que sea un juego.
Película italiana con niño ambientada en
otra época, no sé, es como el reverso tenebroso de Cinema Paradiso. Parece hecha a medida para ganar premios,
especialmente el Óscar, que ya se sabe que la Academia de Hollywood no hay nada
que quiera más que una película europea sobre el Holocausto. Adoran esas
historias, siempre que se cuenten de cierta forma, claro.
La vi. Fue entretenida. Lloré cuando tocaba llorar y todo eso.
Pero el humor
italiano no es lo mío.
Las payasadas de Benigni me dejaban fría. Nicoletta Braschi se pasa la película
torpemente atraída por este tipo, sin que yo alcanzara a comprender por qué,
más allá de parecerme una solterona, lo cual no es cierto porque en la peli
tiene otro pretendiente, pero por razones que no me acaban de quedar claras
prefiere a este tipo, quizá porque la hace reír.
A mí, en cambio, cada vez que Benigni
gritaba Principessa! era llanto y
crujir de dientes. Qué ganas de darle una colleja, de verdad.
… Y sin embargo, a veces, había momentos
en que debajo de toda esa gilipollez, entrevés a una persona desesperada, seriamente
angustiada por la vida, las miradas que
lanza al personaje interpretado por Horst Buchholz (uno de mis amores de
juventud, por cierto) son –para mi– lo
más memorable de la película, el momento en que comprende que de verdad toda
esperanza está perdida,… Ojalá se hubiera explorado un poquito más al Guido
debajo de la máscara de payaso.
Pero se ve que la peli no iba de eso.
Mi resumen sería: música anodina, realización fría, actores de escaso mérito,
guion sentimentaloide, chistes de guardería y encima «película con niño».
Lo bueno es que esta película responde con firmeza a la pregunta de si puede haber poesía después de Auschwitz. Por supuesto que puede haberla. Es más, debe haberla: la dignidad humana lo exige.
No sólo puede haber poesía, sino hasta risa y comedia. Y no sobre cualquier cosa, sino precisamente sobre ese monstruo que devoró Europa y que los europeos seguimos teniendo dentro: ese nacionalismo, racismo, odio, masas enfurecidas que no atienden a razones, políticos populistas (de derechas y de izquierdas) que dicen a la gente lo que quiere oír, que la culpa es siempre de los Guidos de turno.
Solo que ahora se disfrazan con otras palabras (unos acusan a los fascistas, otros a los antisistema, y meten en ese saco a todo el que piense diferente, aunque los así «acusados» estén lejos de ser fascistas o antisistema), y se movilizan por Twitter, pero el núcleo, el huevo perverso de la serpiente está ahí.
En ese sentido, esta película debería hacer reflexionar. Pero no, no lo hará, porque la gente sigue creyendo que habla de lo que ocurrió hace ochenta años.
Pese a todo, debo reconocer que no es una película que me haya encantado, así que tampoco me parece imprescindible para conocer lo que es el Cine. Sé que gustó mucho, y en Film Affinity incluso tiene puntuación de 8,5 (8,6 en Internet Movie Data Base) con citas de críticas variadas que
la ponen por las nubes («magnífica fábula», «bella y conmovedora»). El problema
debo ser yo, y no la película.
Debe haber algo que no he pillado.
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