domingo, 13 de mayo de 2018

#22 La vida es bella



Film Affinity

La vita è bella
Año: 1997
País: Italia
Dirección: Roberto Benigni
Música: Nicola Piovani

Sentimentalismo elevado a la enésima potencia

            
     Ya he dicho que el cine italiano no es lo mío. Generalizando, me parece grosero, machista, y con un humor de guardería. La mayor parte de pelis italianas que aparecen en esta lista es porque son muy apreciadas por crítica o público, o los dos. Hay excepciones, claro.

Pero esta no es una de ellas.

Esta película no me interesó nada cuando salió hace veinte años, hasta el punto de que no la había visto hasta que me ha tocado hablar de ella para este mi blog.

Qué queréis que os diga. La historia va de un tipo feliz que siempre sabe salir a flote, que se casa con una mujer de mejor posición social a la que llama Principessa! cada dos por tres, tienen un hijo y como él es judío, acaban en un campo de concentración alemán.

Lo más conmovedor es cómo el padre se esfuerza en ocultarle al niño todo lo desagradable de la vida, haciendo que sea un juego.

Película italiana con niño ambientada en otra época, no sé, es como el reverso tenebroso de Cinema Paradiso. Parece hecha a medida para ganar premios, especialmente el Óscar, que ya se sabe que la Academia de Hollywood no hay nada que quiera más que una película europea sobre el Holocausto. Adoran esas historias, siempre que se cuenten de cierta forma, claro.

La vi. Fue entretenida. Lloré cuando tocaba llorar y todo eso.

Pero el humor italiano no es lo mío. Las payasadas de Benigni me dejaban fría. Nicoletta Braschi se pasa la película torpemente atraída por este tipo, sin que yo alcanzara a comprender por qué, más allá de parecerme una solterona, lo cual no es cierto porque en la peli tiene otro pretendiente, pero por razones que no me acaban de quedar claras prefiere a este tipo, quizá porque la hace reír.

A mí, en cambio, cada vez que Benigni gritaba Principessa! era llanto y crujir de dientes. Qué ganas de darle una colleja, de verdad.

… Y sin embargo, a veces, había momentos en que debajo de toda esa gilipollez, entrevés a una persona desesperada, seriamente angustiada por la vida, las miradas que lanza al personaje interpretado por Horst Buchholz (uno de mis amores de juventud, por cierto) son –para mi– lo más memorable de la película, el momento en que comprende que de verdad toda esperanza está perdida,… Ojalá se hubiera explorado un poquito más al Guido debajo de la máscara de payaso.

Pero se ve que la peli no iba de eso.

Mi resumen sería: música anodina, realización fría, actores de escaso mérito, guion sentimentaloide, chistes de guardería y encima «película con niño».

Lo bueno es que esta película responde con firmeza a la pregunta de si puede haber poesía después de Auschwitz. Por supuesto que puede haberla. Es más, debe haberla: la dignidad humana lo exige. 

No sólo puede haber poesía, sino hasta risa y comedia. Y no sobre cualquier cosa, sino precisamente sobre ese monstruo que devoró Europa y que los europeos seguimos teniendo dentro: ese nacionalismo, racismo, odio, masas enfurecidas que no atienden a razones, políticos populistas (de derechas y de izquierdas) que dicen a la gente lo que quiere oír, que la culpa es siempre de los Guidos de turno. 

Solo que ahora se disfrazan con otras palabras (unos acusan a los fascistas, otros a los antisistema, y meten en ese saco a todo el que piense diferente, aunque los así «acusados» estén lejos de ser fascistas o antisistema), y se movilizan por Twitter, pero el núcleo, el huevo perverso de la serpiente está ahí

En ese sentido, esta película debería hacer reflexionar. Pero no, no lo hará, porque la gente sigue creyendo que habla de lo que ocurrió hace ochenta años.

Pese a todo, debo reconocer que no es una película que me haya encantado, así que tampoco me parece imprescindible para conocer lo que es el Cine. Sé que gustó mucho, y en Film Affinity incluso tiene puntuación de 8,5 (8,6 en Internet Movie Data Base) con citas de críticas variadas que la ponen por las nubes («magnífica fábula», «bella y conmovedora»). El problema debo ser yo, y no la película.

Debe haber algo que no he pillado.

Para saber más: consúltese la Wikipedia, Film Affinity o la Internet Movie Data Base.

miércoles, 9 de mayo de 2018

#23 Sinfonía n.º 40 en sol menor, K. 550

«Retratro Edlinger», h. 1790
[Dominio público], via Wikimedia Commons

        



Compositor: Wolfgang Amadeus Mozart
Estreno: ¿Dresde, 14 de abril de 1789?


Poderosa, desesperada, tremenda.


Sol menor es la tonalidad de lo patético, lo confuso, lo tremebundo, de la pasión y lo oscuro.
… Lo tenebroso, la noche, la desazón, la angustia, la desesperación…

Sentimientos intensos y negativos que, debo reconocerlo, no suelo asociar a Mozart. Que es intenso, profundamente humano, pero siempre sin perder el equilibrio.

Aunque no tengo oído educado para reconocer las tonalidades de las composiciones, sí que se ha dado la casualidad de que muchas veces las piezas que me gustan están en este tono… O en la menor, que es la misma idea tristona pero en plan más lírico y menos épico.

Mozart compuso dos sinfonías en esta tonalidad, la n.º 25, y este 40. Ambas me encantan, y son un disfrute para cualquiera. Las recomiendo totalmente.

No se sabe cuándo se estrenó, y se han dado diversas fechas posibles. Lo que sí se sabe seguro es cuándo terminó la composición: el 25 de julio de 1788. ¿Por qué? Bueno, en sus últimos años Mozart mantenía al día su catálogo de obras y apuntaba cuándo las terminaba.

En aquel verano de 1788 Mozart trabajó como una máquina, produciendo nada menos que tres sinfonías maravillosas: la n.º 39 en junio, la n.º 40 en julio y la n.º 41 «Júpiter», en agosto. Elucubraba Harnoncourt –leo en la wiki en inglés– que las tres sinfonías eran un trabajo unificado, señalando, entre otros aspectos, que esta sinfonía 40 no tiene ninguna introducción (a diferencia de la n.º 39) y no tiene un final de la escala de la n.º 41.

Hay dos versiones de esta sinfonía, que se diferencian sobre todo en que una la segunda añadió una pareja de clarinetes. Las partituras autógrafas de las dos versiones fueron adquiridas en la década de 1860 por Johannes Brahms, que más tarde donó los manuscritos a la Gesellschaft der Musikfreunde de Viena, donde aún se conservan.

No lo he dicho aún, pero esta es una de las obras maestras de Mozart. Los autores (págs. 622-623 de Poggi y Vallora, Mozart. Repertorio completo) no han podido sustraerse de asociar su tono sombrío con la próxima muerte del autor pocos años después, con «ese profundo y fatalista pesimismo connatural a Mozart» (Abert). En opinión de Greither:

En la sinfonía en Sol menor, el presagio de la muerte y la consciencia de la muerte precoz están expresados de manera conmovedora, pero no sentimental: Mozart lucha por aceptar con confiada resignación el destino que le viene impuesto. 
En La discoteca ideal de música clásica, de Kenneth y Valerie McLeish, Enciclopedias Planeta, 1996, dicen de esta pieza que es «conmovedora y sombría», consideran que Mozart compuso estas tres últimas sinfonías para su propio deleite, y no para mecenas ni recitales públicos y que:

Las tres sinfonías juntas no sólo representan la cima del trabajo creativo de Mozart, sino que superan a toda la música de su época: son una síntesis de las pretensiones de toda la música orquestal del siglo XVIII que, en manos de un genio, se hacen realidad.

Como curiosidad, diré que el retrato con el que ilustro esta entrada es el llamado «Mozart de Edlinger», supuestamente realizado en 1790 en Múnich. La autenticidad de este retrato no está demostrada. Pero sí que es un cuadro que resulta muy atractivo porque tiene bastante calidad y, de ser auténtico, sería el último del compositor en vida. .

Esta obra maestra de Mozart ha sido objeto de muchas grabaciones. Una de las mejores siempre dicen que es la de Erich Kleiber con la Filarmónica de Londres, pero a mí no me acaba de gustar, es un poquito brusca, violenta. Y lo mismo la rapidilla de Furtwängler con la Filarmónica de Viena, así que la que yo recomiendo es la de Karl Böhm con la Filarmónica de Viena, que es más reposada, lo que no quita que siga siendo intensa. Además, la puedes encontrar junto con las otras dos sinfonías finales. En esto reconozco que es manía mía. No me gusta que dirijan a Mozart como si fuera una carga de caballería; prefiero la intensidad contenida

Por internet podemos encontrar esta interpretación de la obra por la Sinfónica de Galicia (una de las mejores orquestas de España, si no la mejor, sí yo como siempre, promocionando la España septentrional) con Dima Slobodeniouk:


sábado, 5 de mayo de 2018

#25 Cruz de Muiredach

Por R. A. S. Macalister, 1870-1950
via Wikimedia Commons



Ubicación: Monasterboice, condado de Louth (Rep. de Irlanda)
Fecha: Ss. IX-X
Época: Arte hiberno-sajón o insular


Una de las principales aportaciones irlandesas a la Historia del Arte

Seguimos en el arte prerrománico, segunda etapa. Nos vamos a la isla de Irlanda en busca de un ejemplo del arte de las Islas Británicas en la Alta Edad Media, a la que se llama «arte hiberno-sajón» o «arte insular».

Es ciertamente, dentro del arte prerrománico una cosita menor, como los vikingos, por ejemplo. Pero también tienen que tener su sitio en nuestra historia.

Las cruces monumentales son relativamente frecuentes en esta época, no solo en la isla de Irlanda, sino también en la de Gran Bretaña, en Francia o en España. Las irlandesas tienen como particularidad un anillo rodeando su centro, y que la iconografía es bien rica.

Esta de Muiredach es uno de los ejemplos más espléndidos. Realizada en piedra arenisca y con más de cinco metros de altura, tiene toda la superficie grabada en bajorrelieves diversos con escenas bíblicas, del Viejo y del Nuevo Testamento.

No voy a detallar cada una de ellas, porque al fin y al cabo, para algo está la Wikipedia, destacando la cara este y la oeste. La fotografía que he escogido es antigua, pero tiene la ventaja de mostrar las dos caras: en una el centro lo ocupa una Crucifixión y en la otra, el Juicio Final.

En el pie de la cruz hay motivos geométricos, espirales y entrelazados que tienen ese sabor que nosotros vagamente consideramos «celta», esa ornamentación que se ve por ejemplo en los libros como el de Kells.

Sí, se trata de esa forma de arte que exige saber algo de iconografía para entender lo que está representado. Si no has sido educado en el catolicismo, te puede costar entender un poco quiénes son esas personas allí representadas. Lo bueno es que siempre te puedes entretener viendo cómo vestía la gente en la Alta Edad Media, qué objetos o instrumentos tenían, pues como ha sido habitual en la historia del arte occidental, personajes que supuestamente vivieron en Oriente Próximo había cientos o miles de años, se representaban como contemporáneos. Por eso es una buena fuente de información sobre la vida en aquella época de la que, francamente, queda poco testimonio escrito y creo que nada sobre la vida cotidiana de la gente.

El sitio este de Monasterboice tiene además una cosa muy especial, una de esas torres circulares, muy estrechitas y altas, que se conocen como torres irlandesas.

Aquí, un par de minutos en You Tube hablando de Monasterboice 


Para saber más, el artículo de la Wikipedia entra en más detalles sobre la iconografía de la Cruz de Muiredach y por poner un blog de viajes, os traigo a Robinjú hablando de este lugar.

Monasterboice está propuesto, junto con otros lugares monásticos altomedievales de la República de Irlanda, como Patrimonio de la Humanidad, pero a día de hoy, la Unesco aún no lo ha incluido en la lista.