Pabellón del Daibutsu-den, en el Todaj-ji (745-752)
Por Bobak (2006)
[CC BY-SA 2.5], Via Wikimedia Commons
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Tipo de construcción: templos, palacio
Época: 710-784
Lugar: Nara, Japón
La primera capital
del Imperio japonés
Hasta la fecha, Japón solo ha estado
presente aquí con un par de películas. Ahora toca hablar de su paso a la
historia, con los monumentos, hoy patrimonio de la humanidad, que se conservan
en su primera capital, Nara, en la prefectura homónima.
Habitada ya en tiempos prehistóricos, de
lo que es buena prueba la estupenda cerámica Jomon, la unificación de todas estas islas bajo un solo poder se produjo a mediados
del siglo IV.
La verdadera entrada en la Historia
ocurrió cuando empezó a haber textos propios, en el siglo VIII. Los So-ga
ganaron una guerra civil que permitió superar el período Yamato y adoptar aspectos de un Imperio parecido al chino. Ante todo, fue la adopción
del budismo por las grandes familias lo que determinó el paso de un modelo al
otro. Se potenció el poder del soberano, se dotó al Estado de leyes, en las que
por ejemplo los arrozales pasaron a ser propiedad pública. Es entonces
cuando se elaboraron por primera vez censos fiables, se recaudaron impuestos de
manera más o menos organizada y se instauró un servicio militar que, sin
embargo, podía ser eludido si se tenía dinero suficiente.
El soberano se dotó de una corte de
nobles, de todo un cuerpo funcionarial que administraba sus territorios y,
finalmente, fijó una capital de la que emanaba su poder: la ciudad de Nara, de
ahí que se conozca a este siglo VIII como el período Nara o Na-Ra.
La capital se construyó con rapidez,
entre el año 705 y el 712. Se erigió sobre un plano rectangular, con calles en
cuadrícula. Gracias a la decidida acción del Estado y de las grandes familias
aristocráticas, aparecieron los palacios y los templos.
Como todas las capitales de imperios, a
través de una arquitectura imponente, que dejara debidamente impresionados a
sus súbditos, se ofrecía un relato de poder imperial, estrechamente relacionado
con el religioso.
Aquí es donde entran las edificaciones
que se han conservado, en su mayor parte templos budistas, aunque no faltan un
palacio, un santuario sintoísta (Kasuga-taisha) e incluso un bosque
primigenio junto a este último, llamado Kasugayama, en donde perderse en la estática contemplación de la naturaleza
aparentemente intacta.
De todos los elementos, destaco el más importante de los templos, el conjunto Todai-ji (東大寺). Fue construido a expensas del
Estado entre 745 y 752 por orden del emperador Shomu para la secta Kegon. En esta construcción es evidente la influencia de la arquitectura china de la dinastía Tang.
En su Sala del Gran Buda (大仏殿 Daibutsu-den) alberga la
estatua de bronce más grande del mundo del Buda
Vairocana (en sánscrito) o Rushana
(la transliteración local), conocido en japonés como Daibutsu (大仏). Se realizó en cobre y se
revistió en oro. Costó cinco años de trabajo y mucho dinero. Este «gran sol» o la «gran luz»
sería el origen de todo el universo, cuya unidad simboliza, y lógicamente venía
bien al interés político del emperador relacionarse con esta gran potencia. Por
eso el Estado abonó esta construcción, y el emperador Shomu lo inauguró.
Poder político y religión se usaban
mutuamente. Pero, lejos de la corte, el pueblo no se vio muy impresionado por
el budismo y siguieron siendo fieles a las enseñanzas del sintoísmo, al Kami y a la patria.
Al final, viendo el poder que había
alcanzado la clase sacerdotal, el emperador Kanmu o Kemmu, que subió al trono en 781,
trasladó la capital más al norte, a Hei-An, prohibiendo que se moviera también el monasterio
Kegon. Así se pudo independizar un tanto de la influencia de los religiosos budistas, aunque a costa de perder un tanto de poder espiritual.
Los monumentos de la antigua Nara fueron
proclamados Patrimonio de la Humanidad en 1998 y en su página web la Unesco describe así este lugar:
Nara fue la capital de Japón entre los años 710 y 784, época en la que la consolidación de la estructura del gobierno nacional dio una gran prosperidad a la ciudad, haciendo de ella el foco de la cultura japonesa. Sus templos budistas y santuarios sintoístas, así como los vestigios del palacio imperial, son monumentos históricos que ofrecen una vívida imagen de lo que fue la capital del Japón en el siglo VIII, un periodo de hondos cambios políticos y culturales.
Como siempre, para saber más, podéis
empezar por la wikipedia. Tenemos el artículo Nara en la página de
la Oficina Nacional de Turismo de Japón, en español. En National Geographic España hay fotos preciosas en el artículo «Ciudades imperiales de Japón».
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