domingo, 15 de junio de 2025

#88 Sucedió una noche

 File:It-happened-one-night-poster.jpg


It happened one night

Año: 1934

País: Estados Unidos

Dirección: Frank Capra

Música: Louis Silvers

 

La madre de todas las comedias románticas

 

… O, más bien, considerando que le faltan tan pocos años para alcanzar los cien años, la abuela.

En mi búsqueda de comedias que alegren un poco esta selección de cien películas que propongo, doy con la primera de ella.

Hay que entenderlo. Estamos en los EE. UU. de la Gran Depresión. El cine despegó definitivamente como espectáculo de masas en que la gente quería ser entretenida, y no sólo con películas de gánsteres.

Os cuento de qué va. La chica rica Ellie Andrews (Claudette Colbert) se ha casado con un aviador, contra la voluntad de su padre. Frustrada porque éste la presiona para anular el matrimonio (se ve que es matrimonio «rato y no consumado»), no se le ocurre otra cosa que largarse corriendo… Solo que está en un yate, en Miami, así que la escapada es a nado.

Solo quiere llegar a Nueva York, donde le espera su flamante marido (se ve que para consumar la cosa). Pero antes tiene que cruzar unos cuantos estados, en autobús. La pobre no está muy preparada para la vida real, pero no importa, allí estará Peter Warne, un periodista recién despedido del periódico (Clark Gable), guapetón y resuelto, para echarle una mano. Y eso que, nada más conocerse, chocan un poco y no se caen nada bien. Ella es una niña mimada y él no tiene dónde caerse muerto.

En este viaje aprenderán a conocerse, ella descubrirá (y nosotros a su lado) una vida diferente, de moteles de carretera, ladronzuelos que están al quite, filas de mujeres para ducharse, hombres que viajan en los trenes de mercancías… Una América de la Gran Depresión que sirve de telón de fondo a una historia de amor de chico conoce chica, discuten, se enamoran, tienen la ruptura del tercer acto y happy ending.

El ritmo es un poco de comedia loca, lo que después se llamaría screwball comedy. La cosa va rápido, luego lento, y luego se anima casi frenéticamente al final.

Hay escenas memorables, como esos viajeros de autobús que se ponen a cantar (entre ellos se distingue al propio Frank Capra), pero sobre todo te quedas con Clark Gable, que llena la pantalla en cada escena, con un magnetismo que eclipsa todo lo demás. Él, su rizo sobre la frente, su sonrisa o su mirada apasionada... No es muy normal ver a este actor de comediante, pero sí que tenía vis cómica, la típica gracia del tipo canalla que vuelve locas a todas. 

Aquí disfrutas con él explicando cómo se come un donut, o cómo hacer autostop … sí, lleva el mansplaining hasta a cómo desnudarse. Aquí, como le oí a una contertulia en ¡Qué grande es el cine!, es una película tan moderna que el striptease lo hace él, y no ella. De Gable veremos su torso desnudo (se dice que se dejaron de vender camisetas en cuanto se vio que «El Rey» no usaba) y también sus pies, piernas y rodillas. Te queda por descubrir justo la parte intermedia.

Todo suena muy moderno. Qué osado suena que ella esté casada (y no simplemente prometida) y se enamore de otro. Comparten habitaciones de hotel, y hasta un pajar al aire libre. El Código Hays entró justo aquel año en funcionamiento y se ve que los guionistas aún gozaban de cierta soltura de costumbres.

Sí, vale, hay alguna cosa que choca, como todo el mundo fume como carretero, o un azote que Clark le propina a Claudette, a quien su padre también le arrea un bofetón en la primera escena. La violencia contra la mujer era algo muy interiorizado, se trataba a las crías mimadas como esta chica como si fuera un niño al que corregir. Aunque Colbert tenía ya treinta años, tengo la impresión de que el personaje se supone que es más joven.

Esta es una película de un estudio entonces pequeño, la Columbia. Y pocos creían en ella. Clark Gable tuvo que hacerla, cedido por la MGM y un poco a regañadientes. Claudette Colbert, que no era la primera opción, fue convencida sólo porque le subieron el sueldo. Y aunque hay un autobús, porque esto no deja de ser una road movie, no podía aparecer la palabra autobús en el título, porque las anteriores que lo llevaron fueron un fiasco.

Pero la cosa funcionó, y tanto que funcionó. Se llevó los cinco grandes Óscares de la Academia: película, director, actor y actriz protagonista y guion. Solo volvieron a hacer la machada Alguien voló sobre el nido del cuco (1976) y El silencio de los corderos (1992). No sé cómo no se llevó el de fotografía, porque me parece iluminado de una manera prodigiosa, esas noches, la lluvia, esos rostros, la lágrima y la risa… Recuerdo especialmente una escena, cuando cruzan un río de noche, con Clark Gable llevando sobre el hombro a Claudette Colbert y el río refulge a la luz de la luna,… no me parece que fuese nada fácil. Me extraña que ni siquiera estuviese nominada en esa categoría. Lo ganó Cleopatra, también con Claudette Colbert, una de las representación más kitsch y menos creíbles del Imperio Romano en el cine. Tendré que volver a verla, a ver si su fotografía en blanco y negro era tan buena como esta.

Además de los Óscar, Sucedió una noche tuvo el premio de la Asociación de Críticos Norteamericanos a la mejor película del año.

Es de esas películas que ha envejecido estupendamente y aún se puede ver con placer. Muchas escenas, planteamientos, diálogos,… te sonarán como ya vistos. Pero es por todo lo que vino después y que lo imitaba. Frank Capra, como John Ford o Howard Hawks, es uno de los creadores del cine moderno. Por eso no podía faltar en esta lista de cien películas. Dudé entre esta o Arsénico por compasión, de 1944, una comedia con Cary Grant divertida, con su toque de humor negro, de las que tampoco te cansas de ver. Aunque Arsénico... es más divertida, al final me quedé con esta por aquello de que es una comedia romántica, y el romanticismo me puede.

Podéis leer más en la Wikipedia, Film Affinity, o la Internet Movie Data Base. Os dejo con otra imagen de la película, Clark y Claudette, en escena divertida, con él comiendo zanahorias, algo que ella rechaza aunque se esté muriendo de hambre...

File:Clark Gable and Claudette Colbert in It Happened One Night.jpg 

Y luego otra foto fija, de momento sexy en el pajar. Si os fijáis, en las dos Colbert está cogida desde la izquierda. Ella consideraba que era su lado bueno y la tenían que rodar siempre desde esa perspectiva. Cosas graciosas del sistema de los estudios y sus estrellas.

File:Gable and Colbert - It Happened One Night Columbia 1934 Press Still 7.4 X 9.4 (cropped).jpg 

domingo, 8 de junio de 2025

«Cómo sobrevivir en el norte», de Luke Healy

 

 

Hoy he publicado mi segunda reseña en el programa Masa Crítica de Babelio, una novela gráfica sobre historias de supervivencia en entorno gélido, de esas que tanto me gustan.

Sé que es difícil que te escojan en Masa Crítica, así que le estoy muy agradecida a la editorial Nórdica por haberme dado la oportunidad de reseñar una obra suya.  

En romántica rara vez he aceptado libros para hacer críticas, pero en otros géneros, no tengo problemas. Porque sé que la obra que me pido me va a gustar, a diferencia de lo que ocurre en romántica, que tienes que besar muchos sapos para encontrar a un principe.

Ya comenté aquí que Goodreads solo me gusta para comentar novela romántica. Para otros géneros,  el mejor sitio me parece Babelio.

sábado, 24 de mayo de 2025

#84 El castillo de Barbazul

 

 

 

A Kékszakállú herceg vára

 


Estreno: Budapest, 24 de mayo de 1918

Compositor: Béla Bartók

Libretista: Béla Balázs, basado en el cuento La Barbe-Bleue de Ch. Perrault

 

Tal día como hoy, del año 1918, se estrenó en la Ópera Real de Budapest, la única ópera de Bartók

 [Arriba, a la derecha, foto de los intérpretes de la primera representación en 1918: Olga Haselbeck (Judit) y Oszkár Kálmán (Barbazul), justo antes de abrir la séptima y última puerta]

 

Si el otro día hablé de una ópera luminosa, mediterránea, con música alegre y una mujer muy lista que rescata a su novio y a unos cuantos esclavos italianos, una ópera bufa, en suma, hoy traigo algo más bien tenebroso. Y la protagonista es un poco TSTL.

Pongo la fecha del estreno, pero en realidad estaba compuesta desde 1911, lo que pasa es que tuvo problemas a la hora de representarse. Después el autor siguió retocándola.

De solo un acto, y una duración en torno a la hora, trae a escena la historia de un uxoricida, asesino en serie de esposas, Barbazul.

Judit, por razones que solo ella sabe, se ha enamorado de él, a pesar de saber que tiene fama de haber quitado de en medio a sus mujeres. Será esa atracción por el malote que tanto juego da en el dark romance. Se ha fugado, dejando atrás a su familia, incluso a un prometido que tenía, por seguirlo hasta su castillo. Muy enamorada, sí, pero sabiendo que hay siete puertas cerradas que él le dice que no abra, ella se empeña en que sí, que quiere ver lo que hay detrás. 

Él le dice que no pero ella insiste. 

La primera guarda una cámara de tortura rezumante de sangre y a partir de ahí ya podéis imaginar que las cosas, a mejor, no van.

Son solo dos personajes: Barbazul y Judit, barítono y mezzo, aunque también he visto que pueden interpretarlo bajo y soprano. Mantienen una especie de diálogo continuo, o sea, no hay arias separadas. La música, como es propia de Bartók, a veces suena como una película de terror. Pero tiene su lógica: las bandas sonoras tal como las conocemos hoy tienen su origen en el sinfonismo europeo.

Por el antisemitismo primero y la guerra, después, muchos compositores europeos tuvieron que huir hasta EE. UU. Bartók estuvo entre ellos, en 1940 se marchó por la invasión nazi de la Europa oriental. Era húngaro nacido en una región que hoy es Rumanía. Y murió en Nueva York en septiembre de 1945, ya acabada la guerra.

Como no hay números cerrados, realmente no se puede destacar uno u otro. Quizá, el momento de relativa paz en que Barbazul canta al sol («Ah! Lásdez az én birodalman»), a la luz, que Judit le había prometido llevar a su castillo, el paisaje, la naturaleza… Digo relativo, porque es la quinta puerta, el reinado del sol, pero también con sus nubes de sangre.

Judit sigue con su empeño de que se abran todas las puertas, hasta la última.

Aunque sea la única ópera de Bartók, se ha hecho un lugar en el repertorio. Y mira que está cantada en húngaro, idioma endemoniado de nula comprensión para cualquiera que no sea magiar. Esas cosas, a los aficionados a la ópera ya como que nos dan igual. Estamos acostumbrados... O no, porque he leído por ahí que se han hecho versiones al alemán y al inglés.

El estilo mezcla lo occidental, sobre todo ese simbolismo estático de un Debussy (Peleas y Melisande), con elementos del folklore húngaro. Este era más o menos el estilo de Bartók en muchas de sus composiciones. Hay que recordar que fue folklorista y que recopiló, incluso grabó, músicas populares.

Es una ópera que se deja ver, tiene ese aire poético, algo irreal, de los cuentos de hadas truculentos, que son realmente como eran en origen, antes de que decidiéramos que no hay que asustar a los niños. 

Ahora, no sería esta una ópera que yo recomendaría a quien se inicia en el género. Es breve, y eso es un punto a su favor. Pero, por otro lado, es demasiado sombría y la música, al ser del siglo XX, tampoco es que llegue fácilmente a todos. Luego está el tema en sí, que nunca sabes si es una advertencia para que las mujeres no nos enamoremos de los malotes, o para que respetemos sus secretos, o que no seamos curiosas y nos quedemos dóciles sin preguntarles, porque si no la cosa acaba mal. Porque sí, aquí el final es diferente al del cuento de Perrault, lo advierto.

¿Qué grabación recomendar? La de Feréncsik en los años ochenta (he visto dos fechas: 1981 y 1985, no sé cuál sería) para Hungaroton, con Evgeny Nesterenko y Elena Obratztsova; el coro y la orquesta son los de la Ópera Estatal Húngara.

Para saber más, la Wikipedia. El libreto, en español y húngaro, así como discografía de referencia, en Kareol.

Os dejo enlace a una grabación de esta ópera que he encontrado en You Tube. Tiene subtítulos en español. Los intérpretes son Sylvia Sass y Kolos Kovács, con la Orquesta Sinfónica de Londres, dirigida por Georg Solti


 


jueves, 22 de mayo de 2025

#79 La italiana en Argel

L’italiana in Algeri

 

Estreno: Venecia, 22 de mayo de 1813

Compositor: Gioacchino Rossini

Libretista: Angelo Anelli

 

Tal día como hoy, del año 1813, se estrenó en el Teatro San Benedetto de Venecia, el primer gran éxito de Rossini

 [A la derecha, representación de 2018 en la Quincena Musical Donostiarra, tomado de la Wikicommons].

Hace poco he visto El intendente Sansho (Mizoguchi, 1954) y me hizo recordar que no he visto, en los libros de Historia que he leído, sociedad humana en la que no existiera la esclavitud o alguna forma análoga de servidumbre.

Para los pueblos del Mediterránero occidental, en la Edad Moderna, una de las formas de esclavitud venía del imperio otomano, que no solo apresaba embarcaciones, sino que incluso hacía incursiones en las costas para llevarse a hombres, mujeres y niños al Norte de África.

Es una de las razones por las que se ven torres de vigilancia a lo largo de las costas del sur de España, en Italia y en las islas del Mediterráneo occidental. Los pueblos no se construían en las playas, sino en lo alto, un poco tierra adentro, además de tener iglesias que muchas veces tenían pinta de fortalezas.

Lo raro es que una civilización, la cristiana occidental, decidiera poner fin a eso. Aún perviven, sin embargo, en nuestros días, diversas formas de servidumbre o esclavitud en la Tierra.

Esa triste realidad es materia prima para óperas como esta, aunque se lo toma por el lado jocoso, que es otra de las formas de enfrentarse a las desgracias propias provocadas por maldades ajenas.

Este dramma giocoso per musica en dos actos es una de las primeras óperas de Rossini, que pronto alcanzó gran éxito. Lo alucinante es que la escribiera un chaval de 21 años y en menos de un mes. Quizá no los 18 días de los que el compositor alardeó, pero aún así los 27 días que dicen otras fuentes parece prodigioso.

También es verdad que el libreto ya estaba hecho, pues lo había musicado antes otro autor. Eso era frecuente en los siglos XVII y XVIII, y hay que darse cuenta de que estamos a principios del XIX cuando Rossini la compone. 

Como curiosidad: se estrena justamente el día en que, a cientos de kilómetros de distancia, en Leipzig, nacía Richard Wagner.

La historia va de un bey otomano de Argel, que está harto de su mujer Elvira, a la que tiene muy triste porque pasa de ella. Empieza la ópera así, con Elvira lamentándose de lo poco que la quiere su marido. Al bey no se le ocurre cosa mejor que planear liberar a su esclavo Lindoro y que se la lleve a Italia con él, así se la quita de delante. Él no está por la labor de casarse, pues ama a su querida Isabella, que quedó en Italia. Acepta ir a Italia libre, pero da largas a lo del matrimonio.

Lo que el bey quiere, en verdad, es una mujer italiana, que ha oído que son fogosas y con carácter, pues está aburrido de las sumisas mujeres del harén. Su lugarteniente le traerá a Isabella, que mientras buscaba a su amado Lindoro, ha naufragado en la costa argelina.

Isabella, que es la inteligente de esta historia, una vez que ve que tiene al bey colado por sus huesos, idea cómo hacer que se marchen todos. No solo ella y su amado Lindoro, no, sino que pretende liberar a todos los esclavos italianos que tiene el bey.

Para eso ideará una supuesta orden del marido italiano perfecto, los Pappataci («come y calla»), a la cual tienen que pertenecer todos los maridos. Con una serie de escenas absurdas pero divertidas, Isabella y Lindoro tendrán su final feliz.

Es una de esas óperas en que el libreto es un poco tontorrón, pero me encanta el hecho de que la heroína sea el cerebro de la fuga. La imagen estereotipada de la heroína operística nos la da el Romanticismo y sus tragedias, ¡chica, parece que todas mueren! Pero en la ópera anterior, la del Clasicismo y el Barroco, había más de una pizpireta muchacha con iniciativa y que lograba su final feliz gracias a su inventiva. Como en las comedias de la antigüedad grecorromana, mujeres y esclavos eran más ingeniosos que los héroes. Pensemos en la Susanna de las Bodas de Fígaro, la Rosina del Barbero o Serpina, de La serva padrona.

El personaje de Isabella, la italiana, se compuso para voz de contralto, así que ésta es una de esas óperas con roles protagónicos de la cuerda femenina grave. Las mezzo más famosas han cantado a Isabella: Teresa Berganza, Marilyn Horne, Agnes Baltsa o, más recientemente, Cecilia Bartoli.

Ah, la música, es Rossini en plena forma. Alegre e ingeniosa, melodías pegadizas, desde el primer momento con una de sus famosas oberturas, tiene arias de coloratura que asombran por sus fuegos de artificio. Es de esas que puedes ver en teatro o escuchar en disco. Ya digo que el argumento es un poco flojo, así que lo mejor es en representaciones fantasiosas. Si lo pusieras un poco actualizado, en un entorno con los modelos de servidumbre actuales, quizá no nos podría hacer tanta gracia.

Además de la famosa obertura (si la ponéis, seguro que os suena), piezas destacadas serían las arias «Languir per una bella», de Lindoro, o «Per lui che adoro» de Isabella, así como el rondó «Pensa alla patria» con que animaba el patriotismo de los esclavos. Sin olvidar al trío de voces masculinas, «Pappataci».

¿Qué grabación recomendar? La de Scimone del año 1980, con Marilyn Horne de Isabella, y Samuel Ramey como Mustafà, el bey de Argel; el coro es el Filarmónico de Praga y la orquesta, I Solisti Veneti (Erato).

Si quieres oír a Teresa Berganza en el papel, la grabación de 1963 es recomendable, con Luigi Alba, Rolando Panerai y Francesco Corena. La orquesta y coro son los del Mayo Musical Florentino (Decca).

Para saber más, la Wikipedia. El libreto, en español e italiano, así como discografía de referencia, en Kareol.

Os dejo enlace a una grabación de esta ópera, en el Colón de Buenos Aires.