The charioteer
Autor: Mary Renault
Fecha de publicación: 1953
Una de las primeras novelas
gais positivas
Leyendo
esta novela me daba cuenta yo de cuán jóvenes eran los soldados que lucharon en
la Segunda Guerra Mundial.
Bueno, supongo que en todas las guerras, los que luchan y mueren son los jóvenes...
Aquí, el protagonista, Laurence Odell, al que
llaman «Laurie» y, más íntimamente, «Spud», a sus veintitrés años, formó parte
del ejército inglés copado en Dunkerque y que fue evacuado en la operación
Dinamo. Herido en la pierna, hasta pensaron que se moría. Ha quedado, a sus
veintipocos, tullido de por vida.
Uno de
sus intereses amorosos es Ralph Ross Lanyon, de veinticinco, capitán de la
Marina mercante y que fue uno de los que rescató a los soldados. Perdió en esa batalla parte de la mano izquierda.
Ahora
parece increíble, porque tenemos male/male
romances hasta en la sopa. Y bien que los disfruto, no me entendáis mal.
Pero
hubo un tiempo, antes de Stonewall, en que lo de ser gay era algo delictivo o trágico.
En la literatura no era fácil ver representaciones de gais como «personas
normales» y su amor, como algo positivo o, al menos, tan positivo o negativo como
cualquier otro amor.
Esta
novela de Mary Renault, más conocida por su trilogía sobre Alejandro Magno, es
una de las primeras en presentar esa imagen del amor entre hombres como algo «normal».
El
argumento gira en torno a un triángulo amoroso. El centro es Laurie, recuperándose
de sus heridas en el hospital. Se enamora –bastante platónicamente– de Andrew,
un chico objetor de conciencia que trabaja como ordenanza.
Pero
la carne es débil, y un chico gay lleva a Laurie a una fiesta «de mariquitas»
dice la no muy lograda traducción española que tengo. Ese ambiente, mezcla de burdel y club para corazones solitarios, a él no le
acaba de convencer, aún conserva cierto idealismo juvenil.
Ahí se reencuentra con Ralph, quien pensó que su Spud estaba muerto y se lleva el alegrón de su vida. Empiezan una relación que, se
sobreentiende, es física. Pero no solo, porque se conocen desde hace años, y encajan, notas que están hechos el uno para el otro.
Durante
tres cuartas partes del libro parece que no pasa nada. Se recrea ese mundo de
guerra, con sus bombardeos y los apagones para dificultar
los ataques de la Luftwaffe. Se te puede hacer largo. Tienes que leer mucho entre
líneas para entender las dinámicas entre los diferentes personajes.
Luego,
en el último cuarto, ya no puedes parar de leer, porque se lían mucho las cosas
entre Laurie, Ralph y Andrew.
Reconozco que me encanta el personaje de Ralph, al que vez a través de los ojos de Laurie. Sospechas que, desde jovencitos, tenía debilidad por Laurie. Una vez que sabe que está vivo, solo aspira a formar parte de su vida. Hasta sería capaz de admitir que Laurie mantuviera su relación idealista con Andrew.
Ralph tiene experiencia, conoce la vida y a Laurie. Éste, en cambio, y lo mismo Andrew, parecen gustar más de una imagen
idealizada, algo irreal, en su propio mundo aislado del hospital y su entorno. Ralph es un amante generoso que pone a Laurie en contacto con la
vida real fuera de ese ambiente hospitalario.
Es una
novela que merece la pena, primero por la reconstrucción de esa época, la Inglaterra de 1940 del Blitz, que la
propia Mary Renault vivió. Luego, por ver cómo una
novela bastante blanca podía ser tan provocativa que tardara un tiempo en
publicarse en según dónde. Y, finalmente, porque cuenta cosas que ahora nos parecen básicas, pero
entonces sonaban revolucionarias. Solo pide un poco de dignidad y respeto para el que es diferente. Dice un personaje:
En primer lugar, yo no he elegido ser lo que soy, se determinó en un momento en que yo no estaba en situación de hacer elección alguna y sin que yo supiera lo que ocurría. Ya me he sometido a psicoanálisis; así me curaron el tartamudeo, cosa que me resultó muy útil. Bueno, es posible que piensen que soy una amenaza social, como un infanticida, y tenga que determinarse si soy responsable o no, pero no admito ser una amenaza social. Creo que probablemente todos formamos parte de un remedio de la naturaleza para un estado de extrema superpoblación, y no sé por qué seríamos un remedio peor que la guerra moderna, que por lo que he oído en algunos sitios ni siquiera ha empezado. Sea como fuere, aquí estamos, Dios sabe cuántos millares, pues nunca se ha hecho un censo. No estoy dispuesto a aceptar una norma que coloca toda mi vida emocional en el plano de la inmoralidad. Yo nunca he involucrado a una persona normal, ni a un menor, ni a nadie que no estuviera en situación de ejercer una elección libre. No estoy dispuesto a dejarme clasificar con traficantes de drogas y prostitutas. A los criminales los chantajean, yo no soy ningún criminal. Y estoy dispuesto a tomarme ciertas molestias, si es necesario, para dejarlo claro.
Lo resaltado en negrita, obvio es decirlo, es mío.
En
España no se publicó hasta los años ochenta, en una traducción que no me
pareció muy lograda, la verdad. Lo que pasa es que cuando es literatura, hasta en inglés se me hace algo cuesta arriba.
Antes
de esta novela, Mary Renault había escrito otras de amor homosexual,
principalmente lésbico. Esta es la que tuvo más éxito. Después, siguió hablando
de amores gais, pero ambientados en la Antigua Grecia. Ya hablaré otro día, si
tengo la oportunidad, de su trilogía sobre Alejandro.
Tenía
una formación clásica, adquirida en la universidad de Oxford. Se nota en más de
un diálogo que mantienen los personajes de esta novela, que también manejan la filosofía griega con soltura. Comentan por ejemplo El
banquete, de Platón. Pero el título viene de ese mito del carro alado, que
aparece en el Fedro de Platón.
El
alma, decía Sócrates, es como la «unión natural de un par de caballos alados y
su auriga». Los dioses tienen dos caballos buenos, pero los humanos una mezcla,
uno es bello y bueno, el otro no. Así, los carros de los dioses están
equilibrados y son fáciles de controlar, pero el resto de aurigas tienen que
luchar con su caballo malo, que les arrastra a lo terrenal.
Esa es un poco la idea que subyace aquí, pero ya digo que tienes que fijarte mucho, y leer entre líneas para comprender gran cosa de lo que ocurre.
Como es un clásico, tiene página en la Wikipedia.