Noah Baetge como Florestan en una representación de Fidelio en el festival de Princeton (2017) Autor: A hungate [CC BY 4.0], vía Wikimedia Commons |
Fidelio oder die
eheliche Liebe, Op.
72
Estreno: Viena, 23 de mayo de 1814 (versión definitiva)
Compositor: Ludwig van Beethoven
Libretistas: J. Sonnleithner, S. von Breuning y G. F. Treitschke, basado en el libreto de J. N. Bouilly, Léonore ou L’amour conjugal
Género: singspiel en dos actos
Tal
día como hoy, del año 1814, se estrenó en el Teatro de la Puerta Carintia (Kärntnertortheater)
de Viena, la versión definitiva de la única ópera de Beethoven.
20 de noviembre, 1805, los ejércitos napoléonicos acaban de ocupar Viena.
La soldadesca se larga al Theater an der Wien, que estrenan ópera. Media ciudad ha huido de la capital habsburgo, ocupada por un ejército extranjero, así que podéis imaginaros la situación.
La mayor parte del público, pues, estaba formada por oficiales franceses. Ya os podéis imaginar el escaso entusiasmo que sintieron por una ópera que era en tres actos, cantada en alemán y un estilo tan diferente al francés. No, la única ópera de Beethoven no empezaba con buen pie.
Reconozco que a mí Beethoven me suele dejar un poquito fría. Le asocio demasiado a un tipo serio que lucha con la composición para lograr ese altísimo nivel, algo alejado de la aparente facilidad de un Mozart.
El teatro no fue lo suyo, pero le bastó la magnífica Fidelio para entrar en el repertorio. Eso sí, su lucha con la partitura fue constante y le llevó años. Estrenó hasta tres versiones: el 20 de noviembre de 1805, el 29 de marzo de 1806 y el 23 de mayo de 1814. Todas ellas en Viena, las dos primeras en el Theater an der Wien, y la última, en el Kärntnertortheater.
Es una ópera de esas que se llamaban «de rescate», en que se produce el heroico rescate de una persona injustamente apresada. Al parecer, A Beethoven, de joven, le gustó Lodoïska, de Luigi Cherubini.
Se ambienta (es un decir) en la Sevilla del siglo XVI, en una prisión. Fidelio, el joven ayudante del carcelero y amado de la hija de éste es, en realidad, Leonora. Su marido, Florestan, está prisionero, en el calabozo más remoto por un mal mesturero, como quien dice. La intervención de un ministro del rey consigue el final feliz para los esposos y el castigo del malvado.
Desde el punto de vista dramático, es una historia que simplemente, se lleva, se deja ver. Si la ves en el teatro, no te vas a aburrir. Y es una buena opción para quienes empiezan en esto de la ópera, es poco más de dos horas.
Destacaría del argumento la fuerza de Leonora como la leal esposa
que lucha por su marido. Florestan, el prisionero, la verdad es que aparece
poco en escena y a su lado palidece bastante. Hasta el otro personaje femenino, Marcelina, tiene cierto empaque, aunque no estoy segura si pretendía que fuera algo cómico, a mí me da penuca, la pobre.
Y como todas esas óperas que tienen papeles con calzones, está el morbo de ver una mujer travestida, que como siempre en teatro, hay cantantes que lo logran mejor y otras peor.
Ahora, lo sobresaliente de la esta ópera, desde luego, es la música. Maravillosa, con momentos sublimes, como ese cuarteto en el primer acto que empieza como un aria, luego un dúo, pasa a un trío y acaba siendo un cuarteto que a mí se me da un aire mozartiano.
A pesar de ello, Beethoven es más de música sinfónica que vocal. De hecho, se ha llegado a calificar Fidelio como «ópera sinfónica». Es una de esas óperas de las que se dice que «exige los mejores cantantes del mundo», por varias razones: el altísimo nivel de la partitura, la potencia que exige muchas veces cantar junto a una orquesta alemana a tope (es lo que tenía Beethoven, que usaba la voz como un instrumento más) y finalmente tienen que ser actores razonablemente buenos, pues hay partes habladas.
Si la ópera, así, en general, le exigió tres versiones hasta darse por satisfecho, de la obertura hizo hasta cuatro. Una de ellas, la llamada «Leonora 3», compuesta para las representaciones de 1806, se representa a veces de forma separada, como una pieza sinfónica dramática. La actual viene de la versión definitiva, la de 1814.
Mi momento favorito de esta ópera ya lo he comentado, el cuarteto «Mir ist so wunderbar» (Para mí todo es tan maravilloso), empieza Marzelline (soprano), le sigue Leonora disfrazada de chico joven (soprano dramática), y a este dúo de voces femeninas se le suma entonces el carcelero Rocco (bajo), y remata la jugada su ayudante Jaquino (tenor ligero). Una maravilla.
El fragmento de esta ópera que más veces verás citado será el coro de los prisioneros que ha conseguido que los dejen salir al patio de la cárcel: «O welche Lust» (Ah, qué placer), que suena como un coral luterano, o una misa, algo muy sagrado, aunque hable más de la libertad que de ningún sentimiento religioso.
También destaca el aria de Florestan con el que comienza el segundo acto «Gott! Welch’ Dunkel hier! » (¡Oh, Dios! ¡Qué oscuridad hay aquí!)
¿Qué grabación proponer de esta ópera? Una alemana, sin duda. Sugiero la de Klemperer de
1962 para la EMI, con Christa Ludwig (Leonore),
Jon Vickers (Florestan), Walter Berry
(Pizarro), Gottlob Frick (Rocco), Ingeborg Hallstein (Marzelline) y Gerhard Unger (Jacquino), coro y orquesta Philharmonia.
En You Tube he encontrado esta
representación de hace años, subtitulada en español