lunes, 18 de abril de 2022

#63 Viaje de invierno


 Winterreise, Op. n.º 89, D. 911.

¿Franz Eybl?: Franz Schubert (1827)
Dominio público, via Wikimedia Commons

 



 

Compositor: Franz Schubert

Estreno/Publicación: Viena, 1828

 

Hoy, 18 de mayo, se cumplen diez años de la muerte de Dietrich Fischer-Dieskau (n. Berlín, 28-5-1925) barítono, director de orquesta y musicólogo, mi cantante preferido.

 

Para celebrar la efemérides, escribo esta entrada sobre uno de los ciclos de canciones, lieder, de Schubert. Fischer-Dieskau está considerado el mejor cantante de lieder de la historia, si es que en estas cosas se pueden hacer clasificaciones como si fuera una competición deportiva. No sólo los interpretó y grabó, sino que los estudió y escribió sobre ellos. Su integral sobre los lieder de Schubert carece de parangón. Todo lo que Franz compuso lo grabó Dietrich, en algunos casos varias veces.

Así ocurre con los grandes ciclos de canciones. Schubert compuso tres grandes ciclos: La bella molinera, El canto del cisne y este Viaje de invierno, de tono oscuro, dramático. Fischer-Dieskau los grabó con varios pianistas, y varias veces, de joven, de adulto, de mayor… Todas ellas son estupendas. Pero la que es de referencia es la que grabó para la EMI en los años cincuenta creo que fue, con Gerald Moore. Fantástico. 

Un lied (plural, lieder) es una canción, sin más. Normalmente se partía de poemas de escritores, unos más famosos y otros menos, y se musicalizaban con acompañamiento de piano. Mozart compuso algunos, como la famosa Das Veilchen, «La violeta» (1785, K. 476), sobre poema de Goethe. En el siglo XIX destacaron componiendo lieder Schumann y, sobre todo, Hugo Wolf; ya en el siglo XX, Richard Strauss o Gustav Mahler. Estos ciclos más modernos sustituyen el piano por la orquesta, así que resultan menos íntimos.

Pero vamos, el rey de los lieder sería Schubert. Musicalizó muchísimos poemas, algunos sueltos y otros en ciclos de canciones, hasta sumar unas seiscientas canciones. Una producción maravillosa incluye muchísimas obras maestras que te cuentan toda una historia en formato breve, con el piano y la voz complementándose: A la música (An die Musik), La trucha (Die Forelle), La muerte y la doncella (Der Tod und das Mädchen), El rey de los elfos (Erlkönig)… Más de uno lo he comentado aquí, porque me parecen maravillosos.

Este ciclo de canciones, Viaje de invierno, lo compuso Schubert en los últimos dos años de su vida. A diferencia de El canto del cisne, que parecen simplemente una recopilación de lieder, tanto La bella molinera como Viaje de invierno son ciclos con sentido propio, las canciones te van contando una historia.

Estamos en lo que para mí es la estética Biedermeier, un aburguesamiento del Sturm und Drang del siglo anterior, movimientos románticos o prerrománticos. Lo importante no es el viaje en sí, o no solo el paisaje exterior, sino el interior, las impresiones, los sentimientos, la emoción que crea en el poeta o cantante su vivencia, sus recuerdos, las cosas con las que sueña,...

La ilustración perfecta de este tipo de sensibilidad son las obras del pintor Caspar David Friedrich. Ponen una en la Wikipedia que le viene al pelo. Escuchando este ciclo de canciones, no me digáis que no os podéis imaginar al poeta como la figura solitaria, pequeña, superada por la nieve y el frío, la grandeza de lo que le rodea.

Paisaje invernal con una iglesia en ruinas (1807-08)

La base literaria de Viaje de invierno son poemas de Wilhelm Müller publicados en 1823-24. Schubert musicalizó los doce primeros en febrero de 1827, y los otros doce en otoño de ese año. La publicación también fue partida: en enero de 1828 y, póstumamente, en diciembre de 1828. De hecho, esa fue lo último que hizo en su vida, corregir las pruebas para esta segunda publicación. Murió el 19 de noviembre de 1828.

En esta época final de su vida, Schubert andaba enfermo, bastante deprimido, y ese aire melancólico y desesperanzado se transmite a la obra. Viaje de invierno parte de un amor no correspondido. El enamorado sale a pasear, solitario, hundiéndose en su tristeza, y sin hablar con nadie. Solo al final se encontrará con un organillero.

De todos los lieder, yo creo que el que más me gusta es «Frühlingstraum», Sueño de primavera, en la que sueña con una primavera ideal en la que todo reverdecerá, y también el amor de ella, a la que estrechará de nuevo en sus brazos. No obstante, la cruda realidad se impone. Alterna la tonalidad mayor cuando sueña, cuando aún cabe una esperanza, menor cuando se da cuenta de que eso no va a pasar.

Para saber más, el artículo en la Wikipedia, que detalla el contenido de cada poema.

Este ciclo tan especial tiene bibliografía excelente al alcance del lector en español. Fischer-Dieskau publicó una obra monumental sobre los Lieder de Schubert, Hiperión Ediciones, con traducción de Fernando Pérez Cárceles. El tenor Ian Bostridge ha escrito concretamente sobre este ciclo, Schubert's Winter Journey: Anatomy of an Obsession (Faber and Faber, 2014), que en español sacó Acantilado, con el título de «Viaje de invierno» de Schubert. Anatomía de una obsesión, y con Luis Gago como traductor.

La grabación que yo prefiero es… cualquiera del barítono Dietrich Fischer-Dieskau, por supuesto. Ya digo que la de referencia es la que grabó con Gerald Moore para la EMI en los años cincuenta. Se ha adaptado a otras voces; por poner una grabación en voz femenina, tenemos la de Brigitte Fassbaender, mezzosoprano, con Reimann al piano, para EMI también.



Por You Tube hay unas cuantas interpretaciones, que casi mejor que no pongo, pero vamos, pones «winterreise fischer-dieskau» y te salen unas cuantas Winterreise, con Gerald Moore, Jörg Demus, Alfred Brendel... 

Prefiero indicaros que hay clips, más largos y más cortos, con Dietrich, en el canal de You Tube EuroArtsChannel. En uno de los reportajes dice que se consideraba más un músico que un cantante. 

Obituario en The Guardian, del que tomo la fotografía de Dietrich que hay sobre estas líneas.


domingo, 3 de abril de 2022

Día #444


 

Hoy se cumplen 125 años de la muerte de Johannes Brahms. Debería haber escuchado algo suyo, lo que ocurre es que…

 

Esta mañana iba yo en el coche y escuché el «Ombra mai fu» cantado por Philippe Jaroussky, y hubo un momento en que me quedé así un poco en suspenso, escuchando aquella música, con esa voz, ensimismada mirando el cielo, que dependiendo de dónde mirases,  estaba plomizo o azul, con un sol de brujas iluminando los campos y las casas.


La tranquilidad de una mañana de domingo,... 


 

Sí, ya sé que ensimismarme al volante no debe ser muy seguro.

 

Mi voz favorita es la de barítono, muy alejada del tenor y más del contratenor. 


Pero hay algo en el gabacho Philippe Jaroussky (n. 1978) que me atrae, y que no he encontrado en otros de esa voz, como Alfred Deller, que me deja fría. La voz de Jaroussky me suena sensual, opulenta. Tal vez sea por el repertorio barroco, no sé.

 

La cosa es que esta tarde he buscado esa interpretación y di con este disco, Passion Jaroussky. Lo sacó Warner – Erato en 2019 para celebrar sus veinte años como cantante profesional. Es un disco triple, 52 cortes, 3 horas 45 minutos, veo en Spotify. Un lujazo. Compruebo que no solo de repertorio barroco viven los contratenores.