domingo, 30 de agosto de 2020

#96 Neuromante

 



Neuromancer

Autor: William Gibson

Fecha de publicación: 1984

 

Novela seminal del ciberpunk

Hay cosas que son tan de los ochenta como los cardados y las hombreras. Neuromante es una de ellas.

En su momento logró algo nunca visto hasta entonces, que es ganar los tres principales premios de ciencia ficción: Nebula, Hugo y Philip K. Dick. Algo abrumador sobre todo considerando que es una primera novela.

¿De qué va? Es una novela de ciencia ficción postapocalíptica. Cuando se escribió, aún se vivía la guerra fría. Por lo tanto, lo que se imaginó el autor es una tercera guerra mundial con los soviéticos después de la cual se vivía un mundo bastante oscuro, muy urbano, con macrociudades extendiéndose a lo largo de centenares o miles de kilómetros.

Un mérito que se atribuye al autor es la acuñación del término ciberespacio, para referirse a esa conexión de miles de ordenadores creando una red. Ya lo usó en un cuento anterior, pero lo desarrolló más en esta novela.

El protagonista, Case, es un cibervaquero, lo que hoy llamaríamos pirata informático por su capacidad de superar las barreras defensivas de los programas. Lo llaman ICE, «hielo» y este Case es muy bueno «rompiendo el hielo» para acceder a la información por la que le pagan.

Antes de comenzar la novela, sin embargo, se ve impedido de tener ese acceso al ciberespacio por haber querido engañar a sus jefes. Tiene una vida más bien arrastrada en los bajos fondos. Consume todo tipo de sustancias, fuma, bebe y se droga, o sea, el combo ideal tan de los ochenta.

Es el personaje en torno al cual gira la historia y vamos siguiendo sus pasos por todo ese mundo cutre y sombrío. Lo contratarán para que haga cierto trabajo. Para ello tienen que arreglarle un poquito los órganos chafados por sus jefes y que le impedían conectar con el ciberespacio. Los que le ponen, eso sí, vienen con algún contratiempo, como que le impiden colocarse químicamente.

Porque sí, este mundo permite modificaciones corporales más allá de la cirugía estética actual. Por ejemplo, su compañera de aventuras, Molly, tiene implantadas unas lentes de espejo ante sus ojos y unas garras retráctiles bajo las uñas.

Molly, por cierto, es el personaje que al final más te llama de toda esta historia. Lástima que el autor, muy en plan adolescente, sienta que tiene que hacerla un pasado como mujer prostituida y una de las primeras cosas que hacen ella y Case es follar, porque sí. La identificación mujer=sexo es tan cansina... Creo que de cada personaje femenino que saca en la historia, tiene que decir si está buena o no, llamando la atención sobre todo sobre sus pechos. Esa es la parte del libro que me sonó más adolescente y me hacía poner los ojos en blanco. Aunque en realidad es algo más frecuente de lo deseable en los autores masculinos.

La cosa es que luego la historia se complica y detrás del trabajito que le encargan a Case, en realidad, hay un tema de una corporación, dos inteligencias artificiales, unos rastafaris, una colonia espacial, un psicópata, un guardaespaldas ninja… De todo un poco. Con el tópico de qué negativo es todo, qué malas las empresas y sus ejecutivos, qué peligro las inteligencias artificiales, vaya asco de mundo al que nos encaminamos, etc.

El estilo con el que está narrado es lo que me parece a mí más ochentero y debió suponer todo un golpe de aire fresco en el género. Yo lo llamaría surrealismo tecnológico. Desarrolla escenas visualmente impactantes, con un toque onírico, de manera que no sabes si es realidad, fantasía, sueño, visiones de tanto personaje drogado o qué. Una imagen, a modo de ejemplo, sería la de un alacrán subiendo por el brazo de un personaje, que me recordó muchísimo a las famosas hormigas de Un perro andaluz. Aquí no hay ojos cortados, pero sí que fracturan un implante de espejo de Molly. Os hacéis a la idea, ¿no?

Frente a ciencia ficción más pesada, en la que se pierde en la creación de mundos, razas, planetas, etc, hasta que el mundo se come a la historia y a los personajes (un riesgo que se corre con el worldbuilding tanto de ciencia ficción como de fantasía y, a veces, en novela histórica), William Gibson te mete in media re en este mundo sin explicaciones.

Es de esas novelas que tuve que mirar de qué iba para entender lo que estaba leyendo. Por un lado, bendita sea la ausencia de infodump; pero, por otro, caramba, me gusta comprender las cosas, no solo meterme en el viaje lisérgico del autor. No, de veras, es de esas novelas que parece que el autor debía estar fumado cuando la escribía.

Decía yo que es muy ochentera esta novela, pero a mí se me dio un aire a la contracultura casposa, con antihéroe y con el feísmo de las películas de los setenta, más que con el preciosismo Blade Runner con la que muchas veces se relaciona a esta novela.

Lo que más me ha gustado es que supiera darle un aire desenvuelto a la ciencia ficción, que se escribiera como un adolescente espídico inspirado en el brutalismo de un Bukowski.

Lo que menos, la forma de mirar a las mujeres. No me entendáis mal, en Molly, la Navaja Andante, hay una heroína mítica de la que apetece saber más. Pero de verdad, que lo primero que te digan de cada hembra sea cómo tiene las tetas, de verdad, es un poco, ya digo, juvenil. Me pregunté si superaría el test de Bechdel, y al final sí lo hace, cuando Moly y 3Jane, la directora de una corporación, hablan de temas que no son Case.

No me extraña que deslumbrase en los años ochenta. Y se puede convertir en una de tus favoritas si la lees ahora, aunque mi impresión es que dependerá un poquito de la edad que tengas. A mí, que he pasado el medio siglo, me dijo bastante poco, quizá porque me costó comprender lo que estaba diciendo. La traducción no me parece demasiado lucida. Hace cosas como dejar joint así, sin traducir a «porro». Una traducción poco inspirada acaba causando confusión en el lector. Todo se aprecia más si lo entiendes.

Después de leer la novela, leí sobre la novela, y eso me ayudó un poco a valorarla más.

Puedes darle una oportunidad si tienes cierto gusto por el género de ciencia ficción. Pero, si no, tampoco me parece que sea una historia de las que vaya a cambiarte la vida, ahora, ya entrado el siglo XXI. En su momento, sí, fue muy rompedora y anticipó cosas, aunque su ciberespacio y su conectarse a la red no es exactamente igual que como entramos nosotros ahora en internet.

Y no, tampoco supo imaginar nada parecido a esos ordenadores de mano que llamamos teléfonos móviles.

viernes, 28 de agosto de 2020

#44 La Alhambra

 


Panorámica de la Alhambra, por Jebulon (2012), vía Wikimedia Commons                      

Ubicación: Granada (Andalucía, España)

Fecha: siglo XIV (palacios nazaríes)

Estilo: Arte islámico

Tipo de edificación: Palacio fortaleza

 

 

Joya, joyita, joya, si no la conoces aún, ¿a qué esperas?

 

Hoy voy a hablar de una de las joyas de la arquitectura española, sobre el que se ha escrito tanto, que no sabía por dónde hincarle el diente

Ha sido de siempre el monumento más visitado de España. Al parecer, hace un par de años la superó la Sagrada Familia de Barcelona en visitantes pero, francamente (en mi humilde opinión), no hay color. 

 ¿En qué capítulo de la historia del arte enmarcamos la Alhambra? En la segunda etapa del arte islámico medieval, que iría desde finales del siglo XI hasta el siglo XVI. En esos siglos, en el Mediterráneo occidental, se sucedieron los estilos, según quien estuviera en el poder. De ellos he hablado aquí, tanto del arte almorávide (mezquita Kutubía de Marrakech) como del posterior arte almohade (la Giralda de Sevilla). 

 Ante todo, ha de decirse que la Alhambra no es una sola construcción, sino que hablamos de edificios y jardines, canalizaciones y defensas, en las alturas de la ciudad. No siguió ningún plan preconcebido, sino que el que llegaba al poder, iba construyendo, sin más… ¡Hasta un pegote renacentista, el Palacio de Carlos V! De esta obra de Machuca espero poder hablar otro día. Ahora me voy a centrar en la Alhambra y el Generalife dentro del arte islámico.

 


Vista de la Alhambra desde el mirador de San Nicolás
Por Zackds (2007), CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons

Para que esto no se convierta en monótona descripción de cada dependencia, he preferido hacer un pequeño recorrido virtual por ciertos puntos que me parecen los más relevantes.

 La primera impresión que tienes de la Alhambra es que está arriba, en lo alto. Se le llama así, Alhambra, «la roja» (al-Qalat al-Hamrá significa «el castillo rojo») por el color del ladrillo que se usó para construirla.

 Con lo que ya descubrimos una de las características del arte nazarí: construcción con materiales más bien pobres, como el ladrillo; la arcilla como materia prima, en lugar de la más perdurable piedra. Es habitual la mampostería y el tapial. Los edificios nazaríes no son nada llamativos por el exterior, lo que compensan con un interior muy (pero que muy) ornamentado.

 Las diferentes edificaciones de la Alhambra se despliegan en una especie de cresta que yo tiendo a leer de oeste a este, o sea de izquierda a derecha, pero que en muchos mapas que encontraréis por ahí estará al revés, con el sur en la parte superior y el norte en la inferior. 

Lo primero que se percibe son las torres y las murallas. Y es que la Alhambra es un palacio-fortaleza, es decir, no solo residencia del poder sino también defensa militar del mismo.

 


Torre de la Vela, fotografiada por Sharon Mollerus en 2011 (CC BY 2.0)

En el extremo o punta occidental estaría la Torre de la Vela, desde la cual puedes ver toda Granada.

 Inmediatamente detrás queda la Alcazaba, donde residía la guarnición que protegía a los reyes nazaríes. La Alcazaba, las torres y las murallas serían las edificaciones de función defensiva que tiene la Alhambra.

 Pasada la Alcazaba se alzan, a la derecha, el palacio de Carlos V, del que ya digo que hablaré en otra ocasión, si puedo. A la izquierda, o sea la parte norte, quedaría lo más representativo del conjunto, dos palacios nazaríes del siglo XIV.

 Quizá sea, además, lo que más conocemos todos, las imágenes más prototípicas. Es importante tener presente que los palacios musulmanes tenían tres zonas: el mexuar (que es la parte pública), el diwan (la oficial) y, finalmente, el harén (la privada). Y es importante porque aquí sí que podemos verlo.

 Empecemos con la parte pública. El mexuar es la zona administrativa, y se transformó bastante después de la conquista cristiana a finales del siglo XV.

 Seguimos con la oficial o diwan que sería el palacio llamado Cuarto de Comares. Se corresponde con el reinado de Yusuf I (1333-1354). Comares viene de qamariyya, que es como se llamaba a los vidrios de colores de las ventanas. Aquí tenemos, sobre las escarpaduras septentrionales, la Torre de Comares, en cuyo interior destaca el salón del Trono. En el centro del palacio está el patio de los Arrayanes, el más grande de toda la Alhambra.

 


Patio de los Arrayanes, por Tuxyso (2014) vía Wikimedia Commons

Y pasamos entonces al harén o residencia privada, que sería lo siguiente que encontraríamos, yendo hacia el este. Es el Cuarto de los Leones, palacio que servía como residencia de invierno del soberano y toda su familia. Este edificio se lo debemos al hijo de Yusuf I, Mohamed (o Muhammed) V (1354-1391).

 Lo mismo que el de Comares, se organiza en torno a un patio, en este caso el archiconocido Patio de los Leones, con una fuente en medio, Más que en los torpes leones (la escultura animal no era algo en lo que destacaran precisamente) fijémonos en su simbolismo. Son doce leones, uno por cada signo del Zodiaco. Y con la fuente conectan cuatro canales, representando cada uno los cuatro ríos del paraíso coránico. Sería entonces una representación del Paraíso.

Patio de los Leones, por Oscarmu90 (2014), vía Wikicommons.

Pero sobretodo dejemos vagar la mirada por todo el entorno de este patio. Simplemente, espléndido.

Todo alrededor vemos la típica columna nazarita. En el fuste, delgadito y cilíndrico, hay anillos; en lugar de ponerle un capitel corintio, ya demasiado visto, recurren a uno algo más creativo y novedoso: el capitel de dos cuerpos. El inferior está decorado con una cinta, y el superior, cúbico, suele tener atauriques. Las columnas sostienen los arcos con yeserías.

 


Columnas del patio de los Leones, con sus fustes con anillos y sus capiteles con dos cuerpos. 


Techo de la Sala de los Abencerrajes, por jvwpc (2004)

A este patio de los Leones se abren dos salas impresionantes: la de los Abencerrajes y la de las Dos Hermanas. Ambas cuentan con una bóveda de mocárabes, que son de lo más hermoso del arte islámico, produciendo un efecto tan intenso que yo hasta lo consideraría abrumador. 

Bóveda de mocárabes en la Sala de las Dos Hermanas, por Jebulon (2012)

[CC 0] vía Wikimedia Commons

 La Sala de los Abencerrajes tiene una impresionante bóveda de mocárabes. Ya he mencionado que los nazaríes ocultaban la humildad de los materiales de construcción con la abundancia de decoración. Y uno de los recursos son estos mocárabes o prismas colgantes. Estas cúpulas de mocábares se supone que simbolizan el cosmos, con la luz divina reflejada y ampliada en cada uno de sus prismas. La diferencia entre los mocárabes occidentales y las muqarnas del arte islámico la mencioné de pasada al comentar la Gran mezquita de Ispahán, del siglo XI, así que tampoco me voy a repetir.

El detalle técnico de cómo se formaban estas decoraciones en yeso, aparentemente desorganizadas pero que en realidad tenían mucho cálculo detrás es bastante impresionante. Si queréis profundizar en el tema, aquí un análisis de un fragmento de una bóveda de mocárabes, en la página del patronato de la Alhambra.

 

Sala de las Dos Hermanas, por Javi Guerra Hernando (2009)

Enfrente a la Sala de los Abencerrajes está la Sala de las Dos Hermanas. Era una sala más de la residencia privada de los reyes nazaríes y todo un ejemplo de los diversos recursos decorativos, algunos que procedían ya de otras épocas, como la sebka (red de rombos, procedente de los almohades), o la lacería (rosas geométricas que se entrelazan y se forman círculos, triángulos, etc. repitiendose indefinidamente). 

Destacaría el uso decorativo del azulejo. Fijáos en esos zócalos que cubren la parte inferior del muro. De esta técnica decorativa hablé en la entrada «Alicatado de la Alhambra»

Y claro, no puede faltar la típica decoración con escritura cúfica. Al parecer, el poema escrito en las paredes de la Sala de las Dos Hermanas empieza Jardín yo soy que la belleza adorna…

 


Mirador de Lindaraja, por Leronich (2009)  

Al fondo de la Sala de las Dos Hermanas encontramos el Mirador de Lindaraja o Daraxa, con un bello ventanal geminado que se abre a otro patio interior, más pequeño, llamado Patio de Lindaraja. Este jardín tan recoleto demuestra lo bien que supieron aprovechar los desniveles de esta colina.

 Junto a este patio se encuentran unos baños que algunos consideran como de los mejores del arte islámico.

Si la arquitectura no te dice nada (aunque me parece difícil), siempre tienes algo que recuerda todo el que ha visitado la Alhambra: sus jardines. No me voy a meter en el amor de la civilización islámica por el agua y los jardines, o su relevante papel a la hora de traer y llevar especies de un lado a otro. Gracias a los árabes llegaron a lo que hoy es España desde los cítricos y el arroz hasta la caña de azúcar o las berenjenas.

 



Patio de la Alberca, en el Generalife, por Juandev (2008)

Aquí hay unos jardines pegaditos a un palacio en ruinas, el Partal. Pero los más llamativos son los que quedan al otro lado del cerro del Sol, en una colina vecina a la Alhambra: el palacio de verano de los reyes nazaríes que es el Generalife. Huertos, estanques, jardines… espléndidos y evocadores, con sus rumores, su frescos, sus olores…

 No me extraña que la Alhambra haya inspirado a tantos artistas. Es lugar común mencionar al estadounidense Washington Irving y sus (bastante románticos) Cuentos de la Alhambra (1832). Personalmente, prefiero una evocación musical, los Recuerdos de la Alhambra del maestro Tárrega, pieza destacada del repertorio para guitarra clásica. Aquí, en You Tube, una interpretación de Narciso Yepes en el Palau de la música de Barcelona.


Ya he explicado el contexto artístico de este conjunto, pero me quedaría hacer una breve referencia al contexto histórico, quiénes son estos nazaríes de los que estoy hablando todo el rato, que vivieron el último esplendor del arte hispanomusulman.

Seré breve. Tras la victoria cristiana en las Navas de Tolosa (1212), se disolvió el imperio almohade. El territorio musulmán en la península se dividió en pequeños reinos, llamados taifas. La taifa de Granada fue conquistada en 1238 por los Banu Nasr y cayó en manos cristianas a principios de 1492.

 Personalmente, considero que la Alhambra es un monumento imprescindible si quieres conocer el arte islámico. Este lo encuentras en Europa, África y Asia, en multitud de países, no siempre acogedores para la turista mujer. Habrá muchos lugares y ocasiones en los que no te sientas cómoda. Por eso, ver arte islámico auténtico en España es una apuesta bastante segura.

 La «Alhambra, el Generalife y el Albaicín de Granada» es un lugar inscrito en la lista de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1984, y en su página web lo describe de la siguiente manera:

Situados en dos colinas adyacentes, el Albaicín y la Alhambra forman el núcleo medieval de Granada que domina la ciudad moderna. En la parte este de la fortaleza y residencia real de la Alhambra se hallan los maravillosos jardines del Generalife, casa de campo de los emires que dominaron esta parte de España en los siglos XIII y XV. El barrio del Albaicín conserva un rico conjunto de construcciones hispanomusulmanas armoniosamente fusionadas con la arquitectura tradicional andaluza.

El conjunto tiene un artículo bastante amplio en la Wikipedia; y además muchos de los elementos que lo componen tiene artículo propio, como se puede ver en la Categoría: AlhambraGeneralife, Palacios nazaríes, Patio de los Arrayanes, Patio de los Leones, Sala de los Reyes (Alhambra), Torres Bermejas… y así hasta 54 artículos relacionados.

 Por si queréis echarle una ojeada un poco más en profundidad, aquí os dejo un documental de casi una hora sobre la Alhambra. 


Pero vamos, que en You Tube puedes encontrar vídeos sobre la Alhambra hasta hartarte. Uno de los más recientes es el de un yutubero al que sigo, El auriga del Arte, de este mismo verano de 2020, que hizo con motivo de la reapertura de estas instalaciones. Es bastante breve, un cuartito de hora.



 

Y por si quieres visitarlo, este es el enlace a la página web de la Alhambra y el Generalife. 

sábado, 15 de agosto de 2020

#89 La marcha de Radetzky

 

Radetzkymarsch

Autor: Joseph Roth

Año: 1932

Género: novela

 

 

 

Simplemente, una de mis novelas favoritas

 

 

Siempre me ha dejado un poco perpleja que algunos de mis escritores favoritos sean meras notas a pie de página, o simplemente, no se mencionen, por los académicos españoles.

 Me pasa con Hardy, Fielding, Böll... y Joseph Roth, a quien ni mencionan por ejemplo en la Historia de la Literatura Universal de Riquer y Valverde.

 Y, sin embargo, Roth tiene algo que a mí me llega particularmente. Ya hablé de él en este mismo blog, con motivo del 80 aniversario de su muerte. 

 Se considera La marcha de Radetzky su obra maestra. Hay otras excelentes, como Job, novela que Marlene Dietrich comentó que era su favorita, o La leyenda del santo bebedor, que dio lugar a una magnífica película protagonizada por el inmenso Rutger Hauer, dirigida por Ermanno Olmi y ambientada en París, ¿hay algo más europeo que esto?

 Así que dudé un poco sobre cuál de sus libros meter en esta lista de obras de la literatura universal. Pero al final me decidí por esta que creo que es su novela más lograda. Es de las más extensas, y redonda tanto en el fondo como en la forma.

 Cuenta la historia de tres generaciones de miembros de la familia Trotta: el teniente José Trotta, soldado de infantería esloveno le salva la vida a un joven Francisco José I en la batalla de Solferino; su hijo Francisco, barón de Trotta y Sipolje, que se convierte en un alto funcionario y, sobre todo al hijo de éste, quien protagoniza la mayor parte del libro, Carlos José, formado en un ambiente militar desde crío, que se convertirá primero en un ulano (cuerpo de caballería) para pasar después a ser un jäger, cazador (infantería ligera) en un puesto fronterizo del imperio. Aparecerá por allí Kapturak, un personaje de ese ambiente tan turbio y confuso, que hemos visto en otras obras de Roth cuando necesita a alguien que comercia con todo aquello por lo que se pague.

 Al hilo de la vida de estos tres personajes, revives el imperio austrohúngaro desde el año 1859 en la segunda guerra de independencia italiana hasta el año 1916, con la muerte del emperador en mitad de la Primera Guerra Mundial.

 Cada capítulo es como un cuento autoconclusivo, en torno a algún episodio de la vida de estos distintos miembros de la familia Trotta. Esto me ha hecho particularmente amena la lectura. No hay por así decirlo cliffhangers al final de cada capítulo, sino que te vas avanzando como a trompicones.

 Su estilo es realista, a veces expresionista, con metáforas algo sorprendentes, pero muy en línea a lo que es una novela tradicional, de las de toda la vida, sin experimentos raros. Joseph Roth es uno de esos escritores que tiene algo que contar y eso es lo importante.

 Hago un aparte. Me encanta esa expresión, «tener una historia que contar». Es una expresión publicada, al parecer, en el suplemento Babelia, El País, en referencia a otro autor: «No todos los escritores tienen una historia que contar. Andrea Camilleri sí.» Desde entonces, he comprendido que, en realidad, puedes clasificar a todos los escritores a partir de este criterio: los que tienen una historia que contar, y los otros, los que solo quieren escribir un libro.

 Joseph Roth es de esos, de los que tienen historias que contar, todo un mundo que revivir ante nosotros, y lo hace de esta manera.

 Su mundo es el imperio austrohúngaro, ¿hay algo que pueda sonar más viejuno que eso, más Belle Époque, más decadente que la Viena finisecular, que al mismo tiempo estuviera con un arte y una vida intelectual bien viva y rica?

 Comprendo perfectamente a Joseph Roth en su inútil nostalgia por un mundo que suena tan caduco, con toda aquella diversidad integrada en una única organización política bajo la benévola mirada de un emperador viejo, con todo el peso de la historia habsburgo sobre sus espaldas.

 Y es que Francisco José I es un protagonista más. Lo vemos primero como un joven que se pasea de manera inconsciente por la vanguardia del ejército. Luego va envejeciendo, siempre con una mano, más o menos benévola, que influye en la vida de los Trotta.

 

El emperador era un hombre viejo. Era el emperador más anciano de la tierra. A su alrededor rondaba la muerte, segando, cercenando vidas. Vacío se hallaba el campo y sólo el emperador, como una espiga plateada, se erguía olvidado y esperaba.

 Acaba finalmente solo, más símbolo que persona, un fantasma más de esa carnicería que fue la primera guerra mundial. Los Trotta no podían sobrevivir al emperador. De hecho, ni el último Trotta ni el emperador podrían sobrevivir a Austria, aquella que quedó, disminuido, troceada, con los despojos que se repartieron los caciques.

 Desde hace bastantes meses estoy releyendo la bibliografía de mis dos autores favoritos: Böll y Roth. Tocaba releer esta novela por... no sé, ¿tercera, cuarta vez?... Y aun así consiguió ponerme un nudo en la garganta sobre todo por la figura trágica del teniente Carlos José de Trotta, con sus gozos y sus desgracias, las pocas personas con las que intima y desaparecen, ese amor y respeto entre padre e hijo tan contenido, y sin embargo tan profundo. Acabará luchando en la primera guerra mundial, cumplidor con sus compatriotas, con valentía y un poco sin sentido.

 Esta obra tuvo un enorme éxito cuando se publicó allá por 1932. Al año siguiente, ya estaba traducida al inglés, con idéntica recepción. A lo largo de los años, se fue leyendo traduciendo y leyendo por toda Europa. Leo en la wikipedia –donde tiene esta página–, que el crítico alemán Reich-Ranicki la incluye en su canon de las mejores novelas en alemán, y que Vargas Llosa aludió a ella como la mejor novela política que se ha escrito. Recuerdo que hace años, Pérez-Reverte hizo su lista de los cien libros que consideraba imprescindibles, fueron dos artículos en El semanal, e incluyó precisamente esta novela.

Así que, pese a que Joseph Roth ni siquiera sea mencionado por Riquer y Valverde, no soy la única que lo aprecia. Somos muchos quienes disfrutamos de su obra. Para mí, es uno de esos autores genuinamente europeos que seduce a quienes nos hemos educado en esta cultura tan diversa.

Lo reconozco, es una de mis novelas favoritas. Mi sentimiento al terminarla es agridulce, no es exactamente tristeza, ni nostalgia, sino un placer tranquilo unido a cierta desolación, por la manera en que la vida al final, pese a las buenas intenciones, puede acabar siendo dolorosa y un poco sin sentido.

martes, 11 de agosto de 2020

#51 Wat Mahathat en Sukhothai

 


 

 

Tipo de construcción: templo

Época: 1292 - 1347

Lugar: provincia de Sukhothai (Tailandia)

 

Primera capital del reino tailandés

Hoy os traigo un ejemplo de templo budista situado en Tailandia. Voy a seguir, sobre todo, la Wikipedia en inglés, que se detiene con un poco más de detalle en esta obra.

Wat Mahathat (วัดมหาธาตุ) se podría traducir como «templo de la gran reliquia». Sería el edificio más destacado de los muchísimos que hay en este lugar patrimonio de la humanidad.

He visto atribuida su fundación a Si Inthrathit, pero eso no me acaba de cuadrar porque reinó del 1238 hasta 1270, cuando este templo está datado entre el año 1292 y 1347, lo que lo situaría no bajo este rey de Sukhothai sino un sucesor suyo, Phaya Loe Thai (r. 1298-1323). Estas cosas siempre me dejan perpleja, y como no conozco en detalle la historia tailandesa, me quedo con que se construyó en tiempos de la dinastía Phra Ruang, y así no hay error.

Sería el templo principal tanto de la ciudad de Sukhothai como del reino, en general.

Cuando hablé del Templo del Sol en Konärak, comenté un poco la arquitectura de lo que es un templo hindú. Porque claro, aquí podemos tener más o menos clara la estructura de una iglesia, una mezquita o una sinagoga, pero cuando se trata de templos religiosos de otras culturas, pues no conocemos bien sus partes.

Voy a hacer lo mismo, un poco, con los templos budistas. Se extienden por diversos lugares de Asia, y no todos son exactamente iguales, ni se llaman, ellos y sus partes, de la misma manera.

Los templos budistas tailandeses se llaman wat, y si queréis saber algo más de este tipo de edificación, podéis mirar la página de la Wikipedia

Su diseño se basa en un mandala, que es una representación del universo, concepto común al budismo y al hinduísmo. Por cierto que muchas de las palabras que designan templos de una y otra religión proceden del sánscrito.

El elemento más conocido es, quizá, la estupa (chedi), con forma cónica o de campana. Sería un relicario, destinado a contener reliquias de Buda, aunque obviamente, no todas las estupas cuentan con ellas. La estupa principal de Wat Mahathat es del año 1345 y tiene forma de capullo de loto, algo que es bastante característico de la arquitectura de Sukhothai.

En la base de esta estupa se cuenta con una ornamentación de esculturas representando a discípulos de Buda caminando en el sentido de las agujas del reloj, con sus manos juntas en forma de saludo.

A ambos lados de esta estupa se alzan sendas estatuas de Buda, de nueve metros de alto. Se les llama Phra Attharot

Alrededor de la estupa central, hay ocho estupas más pequeñitas, cada una en una dirección. Las de las cuatro esquinas pertenecen a un estilo que se llama Mon Haripunchai – Lanna. Las otras cuatro que quedan entremedias muestran influencia jmer.

Los templos budistas tienen otra serie de edificios digamos menores, que se pueden distinguir también en este templo:

·         vihara o wihan: sala de reuniones

·         mandapa o mondop: edificio cuadrado abierto por los lados, con techo piramidal, que se usa para guardar textos u objetos de culto

·         bot o ubosot: «sala de ordenación», donde prestan votos los nuevos monjes.

Hay otros elementos propios del templo budista, pero creo que estos son los esenciales.

Este templo se encuentra dentro del parque histórico de Sukhothai. Sukhothai (que significa, al parecer, «Amanecer de la felicidad») fue la capital del reino homónimo en esos siglos tardomedievales, XIII y XIV. Queda en la parte septentrional del centro de la actual Tailandia.

Las ruinas están rodeadas por un muro de unos 2 km este-oeste por 1,6 km (norte-sur), y con una puerta de entrada en cada uno de los cuatro lados. Además de este templo principal, se pueden ver otros, y el palacio real,... así, hasta casi doscientas edificaciones.

Lógicamente, se trata de uno de los lugares más visitados por los turistas que van a Tailandia. Es tan extenso que muchos mochileros as los que he leído aconsejan recorrerlo en bicicleta.

La «Ciudad histórica de Sukhothai y sus ciudades históricas asociados» está incluida en la lista de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1991, y en su página web lo describe http://whc.unesco.org/es/list/574 de la siguiente manera:

Capital del primer reino de Siam durante los siglos XIII y XIV, Sukhothai conserva espléndidos monumentos ilustrativos de la primera época de la arquitectura tailandesa. La gran civilización que floreció en esta ciudad fue producto de la rápida asimilación de numerosas influencias y tradiciones antiguas locales, que dio lugar muy pronto a lo que se ha dado en llamar el “estilo sukhothai”.

El lugar patrimonio de la Humanidad no incluye solo esta ciudad, sino también otros dos parques históricos cercanos: el de Si Satchanalai y el de Kamphaeng Phet.

De todo esto hay páginas en la Wikipedia, y aquí os enlazo con la página del elemento más importante de este lugar Patrimonio de la Humanidad, el Parque histórico de Sukhothai

Por echarle una ojeada de mano de uno de tantos viajeros que recorren el mundo y nos lo cuentan, os pongo aquí el vídeo de Alanxelmundo en YouTube: