viernes, 30 de agosto de 2019

#21 Caja de las Ágatas






Objeto: arqueta (¿portaevangelio?)
Material: madera, oro, plata, ágatas, gemas
Fecha: 910
Lugar actual: Cámara Santa, Oviedo
Época: Arte asturiano


El robo del siglo


Uno de los robos más famosos de la historia criminal de España aconteció en el mes de agosto de 1977. Un ladrón de diecinueve años se escondió en la catedral de Oviedo y esperó a que todo el mundo se fuera para dedicarse a su bisnes.

Como menos de un año después los hechos fueron juzgados y sentenciados por la audiencia provincial de Oviedo, os reproduzco parte de los hechos probados de la sentencia, que en aquella época era el Resultando primero:

… permaneciendo en su interior hasta la hora de cierre y subiendo al triforio por donde salió a la cubierta o techos de la edificación y llegó al tejado de la torre románica, bajando desde allí a través de "una trampilla" por una escalera colgante, con una barra o palanqueta de hierro llamada "pata de cabra" de que se había apoderado en la torre, hasta llegar a los escalones que dan acceso a la Cámara Santa de la Catedral, (…) Después de esto para penetrar en la Cámara Santa, forzó otras tres puertas la primera de ellas, con una fuerte patada, y las otras dos con la palanqueta "pata de cabra". Una vez en el interior de la Cámara Santa, el procesado, forzando las vitrinas en que estaban encerradas las joyas y tesoros, se apoderó, con propósito también de aprovecharse de ello, de tres de las más importantes piezas allí guardadas, consistentes en la Cruz de la Victoria, símbolo del escudo de la provincia, la Cruz de los Ángeles, símbolo del escudo del Ayuntamiento de Oviedo y la llamada Caja de las Ágatas, de gran valor histórico y artístico entre las tres, que se ha estimado incalculable, pericialmente.

El ladrón desguazó los tesoros, arrancó las piedras preciosas y el oro, lo metió en bolsas… Al señor lo detuvieron en Portugal un mes después y la mayor parte del botín se recuperó. Me alucina que lograra resolver el crimen, que al procesado lo extraditara Portugal y se juzgara y sentenciara en menos de un año. Y dicen que ahora con la orden europea de detención, ahora, las cosas van más rápido, ¡ja!

Si alguien tiene curiosidad por conocer toda la sentencia dictada por la audiencia provincial de Oviedo el 2 de junio de 1978, la puede encontrar en el buscador de jurisprudencia de la página web del Consejo General del Poder Judicial (ECLI:ES:APO:1978:1).

Hoy voy a hablar de uno de los objetos del robo, la Caja de las Ágatas, una de las piezas más destacadas de la orfebrería asturiana. De la Cruz de la Victoria ya hablé en su momento. Como consecuencia de los destrozos causados en el delito, tuvo que ser restaurada, y repuestas aquellas piezas no recuperadas. Esa restauración, que finalizó oficialmente con la entrega de la Caja a la catedral el 14 de septiembre de 1985.

Se trata de una caja confeccionada con madera de ciprés. No es un árbol que se de en la zona cantábrica, sino que es de origen mediterráneo. Pero es una madera de prestigio religioso y, además, muy idónea para objetos duraderos, por resistir bien la humedad y los hongos. Lo más probable es que la madera se importase y la caja se realizara en sí en el reino asturiano.

Mide 42,4 x 27 centímetros, siendo inusual una caja así de grande en aquella época; tampoco el formato achatado es habitual. Pesa unos siete kilos y medio. Está revestida de placas de oro labradas. En los espacios recortados se incrustaron las ágatas que le dan el nombre. Esta piedra no se usaba mucho en la península ibérica; evocaba la magnificencia imperial de Bizancio. Poner ágatas era un poco querer imitar al imperio de la época.

En toda la superficie hay cabujones, o sea, piedras preciosas engastadas. Principalmente, son vidrios coloreados; semipreciosas (cuarzo, coral, granate) serían un tercio y solo unas pocas de las piedras que hay en la caja en su conjunto son de verdadero valor (como ópalos o zafiros). Puede que originariamente todo fueran piedras preciosas y a lo largo de los siglos se fueran quitando para poner vidrios coloreados. Un tesoro servía en parte para eso, para tener recursos en época de vacas flacas.

Las láminas de oro de la caja están recortadas en formas redondeadas, como semicírculos u óvalos. Se dice que son arcos, pero realmente no se ve que se quieran imitar esas formas arquitectónicas. Es en esos huecos donde se encajaron las láminas de ágatas, de tres milímetros de espesor, pulimentadas. El resto está rellenado por un repujado floral estilizado, que se considera que son palmeras, algún cáliz y quizá hojas de acanto.

Tanto las arquerías como los temas florales estilizados se entiende que son de influencia islámica.

Lo que más interés ha suscitado a lo largo del tiempo es la placa esmaltada que hay en lo alto de la tapa. Sus dimensiones son 15 cm x 10 cm. Sobre una base de oro, se levantan celdillas en las que se metieron trocitos de vidrio coloreado de rojo (hasta un número de 655). Al restaurar se analizó y se vio que no eran granates, sino pasta vítrea, o sea, esmalte.

Los bordes de esa placa son lobulados y se traza en el interior una especie de cruz. Hay incrustadas hasta 13 diversas gemas en cabujón, de los que tres son piedras grandes a lo largo de un brazo de cruz, y otros dos más pequeños en el otro brazos. Hay cuatro perlas en cuatro encuentros de las cintas curvadas que dibujan los vidrios rojos.

Luego todo el espacio está adornado con doce esmaltes, de los que se sabe que once se hicieron en técnica del esmalte hundido (Senkschmelz): se suelda una lámina abombada con el contorno recortado del motivo a la placa base, se delimitan mediante tabiques verticales los campos a esmaltar y rellenar, y se enrasa con la lámina superior la superficie final del esmalte. Uno de los esmaltes, en cambio, está hecho con la técnica del esmalte en fosa, de peor calidad y que se considera producto de una reposición posterior. Lo que representan los esmaltes son principalmente temas animales.

Esa pieza de esmalte en lo alto es más antigua que el resto de la caja, y ha habido varias elucubraciones sobre su origen, datación y finalidad, que tampoco voy a detallar. La opinión actual es que la pieza se elaboró en un taller alamánico-franco de fines del siglo VIII. No hay evidencias de que fuera ni un broche ni un cinturón, como se dijo en el pasado sino, probablemente, un aplique destinado a ser fijado en otra pieza de orfebrería sacra, reutilizada.

Por cierto que justo esta pieza, la placa superior, no fue recuperada hasta el año 1989.

En la base de la caja o solero, encontramos otra pieza reutilizada: una lámina de plata más pequeña que la caja. Presenta una cruz gemada estilizada; en los huecos aparece el Tetramorfos, o sea, los cuatro evangelistas simbolizados tal como se describe a los cuatro Vivientes de la visión de Ezequiel (buey, león, etc.). Sobre esta lámina se grabó, al tiempo de la donación, la inscripción que revela la identidad de los donantes.

La inscripción es más larga, pero lo que se ha identificado con esos datos es que la parte en que dice:

offervnt famvli xpi Froila et Nvnilo cognomento / Scemena hoc opvs perfectvm et conces… y luego, al final, intereat ipse operatvm est era DCCCCXLVIII

Así se sabe que el donante fueron el infante Fruela, hijo del entonces rey Alfonso III y su esposa Nunila Jimeno, en el año 910.

Sí, en números romanos el año que ponen es el 948, no el 910, pero hay que recordar que en España se seguía en la Edad Media el calendario de la Era Hispánica; el gregoriano iba 38 años por detrás. 

Nada te asegura que el Fruela mencionara sea el infante. Pero, ¿quién, si no el miembro de la familia real,estaba en disposición de hacer un regalo así de valioso? ¿Cuántos Fruelas casados con Nunilos habría entonces en el reino astur…?

Se cree que, con esta donación, Fruela imitaba a su padre, que dos años antes había donado la Cruz de la Victoria a la sede ovetense. Como forma de propaganda, frente a sus hermanos, Fruela ordenó confeccionar una caja con una madera noble, en la que predomina un tipo de piedra con resonancias imperiales (las ágatas) y le pone dos piezas preexistentes: una placa esmaltada de origen foráneo arriba y una lámina de plata con el Tetramorfos y la cruz en la parte inferior.

Hay que recordar que el mayor, García, se rebeló contra su padre el rey Alfonso en el año 909; Fruela se unió a esta rebelión. Alfonso III el Grande murió en diciembre de ese mismo, y su reino se dividió entre tres de sus hijos. Al tercero, este Fruela, se le asignó Asturias. Más tarde, por la muerte de sus hermanos García y Ordoño, reinó también en León.

Desde que el infante Fruela entregó esta caja a la sede ovetense, permaneció allí, durante mil años. Esto no es como los tesorillos visigodos, o las joyas del norte de Europa que se recuperan siglos después en una marisma. No, cuando se donan a una iglesia medieval después de la invasión islámica, como suelen seguir funcionando a lo largo de los siglos, y la iglesia lo que coge no lo quita (Santa Rita, Rita…) se conservan los tesoros durante más de mil años.

(Siempre que no vengan los gabachos durante la guerra de Independencia a echar mano de ello, claro)

((O que alguna revolución social o política los dañe. En la Revolución de Asturias de 1934 resultó lanzada por la explosión, aunque parece que sus desperfectos fueron menores, la tapa se separó de la caja y tuvo algún que otro abollón… pero vamos, nada comparable al destrozo de las cruces)).

Recordemos que seguimos en la segunda fase del prerrománico europeo. Estamos en el norte de España después de la conquista musulmana, donde se ha consolidado un reino cristiano con capital en Oviedo. El arte asturiano se extiende fundamentalmente a lo largo del siglo IX. En él, encontramos una fusión de formas. Por un lado están las tradiciones visigodas y romanas y, por otro, las potencias más inmediatas: los carolingios en Occidente y los islámicos de Al-Ándalus. Huellas de todas estas influencias se pueden ver en esta caja.

Y, ¿para qué servía esta caja? No se sabe seguro. Se ha elucubrado que pudo contener reliquias, o bien la reserva eucarística (o sea, hostias). Actualmente se cree que, dadas sus dimensiones, forma de confección, ausencia de cierre,… posiblemente se dedicara a guardar un ejemplar de los evangelios.

Os vuelvo a poner una referencia al artículo en El Confidencial cuando se cumplieron 40 años del robo, con foto del prenda incluido, detenido por la Guardia Civil y contestando a un periodista.

En internet se encuentra el artículo «La Arqueta de las Ágatas de la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo», de César García de Castro Valdés. Más de cincuenta páginas para quien quiera conocer más detalles de esta joya de la orfebrería asturiana, de su confección y su restauración, y al que he seguido en parte de este artículo. 

Como a veces hago, recomiendo viaje de fin de semana a Oviedo y sus muchos encantos, que bien lo merece. Y si, de paso, podéis visitar la catedral y su Cámara Santa, mejor que mejor.

Como siempre, salvo otra indicación, las imágenes proceden de Wikimedia Commons.

miércoles, 28 de agosto de 2019

#58 Lohengrin

Lohengrin, Ópera de Oslo (2015)
Por Christian Michelides
[CC BY-SA 4.0], vía Wikimedia Commons




Estreno: Weimar, 28 de agosto de 1850

Compositor: Richard Wagner

Libreto en alemán: del propio compositor, basado en un poema épico medieval en lengua alemana

Género: ópera romántica



Tal día como hoy se estrenó, en el Gran Teatro Ducal de Weimar, esta ópera que supone la culminación de la primera época en la producción de Wagner


Las primeras óperas de Wagner suelen tener protagonistas solitarios, en manos del Destino, de algo más poderoso que ellos mismos que les zarandea y determina su futuro.

Aquí tenemos a Lohengrin, misterioso caballero que aparece en Amberes, mediados del siglo X, para asumir la defensa, en un juicio de Dios, de una damisela en apuros. Se trata de Elsa de Brabante, a quien acusan de haber asesinado a su hermano. Como la histórica Teutberga, de la que hablé al comentar el Cristal deLotario, estas cosas se sometían a ordalía o juicio de Dios.

Este misterioso caballero que llega al lugar arrastrado por un cisne, vencerá en nombre de Elsa, e incluso se casará con ella. Aunque le advierte que no debe preguntar sobre su identidad. Los malos de la película le comen la oreja a Elsa, quien acabará formulando la fatídica pregunta.

Es Lohengrin, hijo de Parsifal, caballero del Grial. Él se marchará, pero el cisne se queda, transformado en un joven príncipe. Se trata del hermano de Elsa, que no estaba muerto sino solo hechizado.

Como se ve, Wagner sitúa la leyenda medieval del Caballero del Cisne, en la versión del poeta Wolfram von Eschenbach (siglo XIII, que le metió en el ciclo arturiano) en la época del reinado histórico de Enrique el Pajarero. Algo absurdo porque, de hecho, durante la época de Enrique la leyenda del Caballero del Cisne ya existía, pero no se relacionaba con el tema artúrico, que es más de la Baja Edad Media.

Wagner compuso esta ópera entre el año 1845 y 1848, pero no la pudo estrenar porque se metió en temas revolucionarios, participando en el alzamiento de Mayo de 1849 en Dresde, y tuvo que exiliarse en Suiza. Consiguió que lo estrenara su amigo Franz Liszt en Weimar en el año 1850, escogiendo como día del estreno el del aniversario de Goethe, el más famoso de los ciudadanos de Weimar.

Fue un éxito inmediato. Wagner no presenciaría una representación entera de esta ópera hasta el año 1861, en Viena.

Esta obra, según José-María Martín Triana, «es al mismo tiempo la despedida de Wagner del género operístico, y el amanecer del drama musical».

Es una obra con muchos momentos inolvidables, pero los más conocidos son la obertura, que ya contiene varios de los temas (ya se sabe leitmotiv y todo eso) que luego van a estar presentes en la ópera y, desde luego, la archiconocida «Marcha nupcial» como preludio del Acto III, el coro «Treulich geführt».

Dentro de lo que son las primeras óperas de Wagner, creo que es de las más asequibles y entretenidas para el público en general. Es cierto que dura más de tres horas, pero el libreto estaba a mi juicio bastante equilibrado entre los momentos en que avanza el argumento y los de ensimismamiento de los personajes.

Como grabación recomendada de esta ópera propongo la dirigida por Rudolf Kempe en 1962-63 para la EMI, con Jess Thomas (Lohengrin), Elisabeth Grümmer (Elsa), Gottlob Frick (rey Enrique), Christa Ludwig (Ortrud) y mi adorado Dietrich Fischer-Dieskau como Friedrich von Telramund; el coro es el de la Staatsoper (Ópera Estatal) de Viena y la orquesta, la Filarmónica de la misma ciudad.

Para saber más, la wikipediaEl libreto, en español y alemán, así como discografía de referencia, en Kareol

En You Tube he encontrado esta grabación moderna en la Semperoper, con la Netrebko debutando como Elsa. Creo que es del año 2016. Y tela, telita, lo estupendísima que es la diva rusa.

lunes, 26 de agosto de 2019

#19 Joya de Alfredo



Alfred Jewel

Objeto: puntero
Material: oro, cristal de roca, esmalte
Fecha: 871-899
Lugar actual: Museo Ashmolean, Oxford
Época: Arte anglosajón (hiberno-sajón)


La labor cultural de los reyes también es importante


Mientras en el continente, especialmente en el Mediterráneo, seguía existiendo cierta cultura y elaboraciones artísticas, zonas periféricas como la isla de Gran Bretaña pasaron por tiempos escasamente civilizados. A mi modo de ver, no hubo por allí nada ni remotamente parecido al arte carolingio o asturiano, por ejemplo, ni mucho menos las elaboraciones lombardas.

Básicamente se tiraron siglos con reyezuelos que más que territorios, lo que dominaban eran confederaciones de tribus. Especialmente la zona al norte del Humber (Northumbria) era caótica. En el sur, en cambio, hubo intentos más o menos logrados, de unificar territorios y establecer algo más estable. Al final, predominaron los reyes de Wessex , especialmente a partir de Egberto, rey desde 827.

Esta monarquía meridional se fortaleció en la segunda parte del siglo IX, con Alfredo, por sus méritos llamado después el Grande e incluso venerado como santo, aunque nadie lo canonizara. Gobernó el reino anglosajón de Wessex entre el año 871 y el 899.

Se enfrentó con éxito a las invasiones vikingas, pero si le traigo hoy aquí es porque era un hombre letrado, que incluso tradujo por sí mismo obras del latín al anglosajón. Promocionó la difusión de la cultura, en una pálida imitación de los renacimientos del siglo anterior, el liutprandés en el norte de Italia o el carolingio; es lo que hay, no podía lograrse nada mejor en aquella época, con aquellos medios de lo que para ellos fueron los «Años oscuros» (Dark Ages).

Una de esas obras que tradujo fue la Regula Pastoralis, manual de moral y predicación destinado a los obispos, escrito por el papa Gregorio Magno a finales del siglo VI, o sea tres siglos antes. Para que veáis lo «rápido» que llegaban estas cosas a la periferia de Europa.

Según se lee en su prefacio, ordenó que se hiciera una copia de su libro para cada diócesis del reino, en un esfuerzo de empezar educando un poco a los obispos. Si el pastor era ignorante y desordenado, obviamente mal podía regir a sus ovejas.

Añade algo más. Dice que cada uno de los ejemplares iba acompañado de un aestel que nadie debía separar del libro. Por cierto que el rey, un poco cutre, advierte lo que le ha costado cada aestel, 50 mancuses de oro.

¿Qué es un aestel? No se sabe con certeza, pero la interpretación generalizada que se da a esta palabra anglosajona, es que es un puntero, algo con lo que señalar las palabras para facilitar su lectura o enseñanza a otros o marcar un punto en el libro.

Cuando, en el año 1693, en un campo a pocos kilómetros de la abadía de Athelney, se encontró este pequeño artefacto arqueológico, que de largo mide poco más de seis centímetros, y que tenía además grabado que se confeccionó por orden de Alfredo, se pensó que este podía ser el mango de un aestel.

En la parte inferior se encajaría una varilla de marfil o de madera que sería el puntero en sí que se apoyaría en el libro.

La foto que he puesto puede llamar a engaño, porque tiene la parte superior en sombra. Esta visión lateral igual ayuda un poco mejor a entender cómo es en realidad este objeto.


Tiene, como se ve, forma de lágrima. Está confeccionada en oro. Por todo el borde superior, hay una inscripción que dice: Aelfred mec heht gewyrcan, o sea, «Alfredo hizo que me confeccionaran» o «Alfredo me hizo cincelar».

Dentro hay una placa de esmalte y por encima de ella, apretándola o protegiéndola, un trozo de cristal de roca pulido. Este cuarzo es de origen romano, tratándose, entonces, de un ejemplo de reutilización de elementos de la Antigüedad por los pueblos bárbaros posteriores. Ya lo hemos visto en otros ejemplos de la época, como la figurilla de Carlomagno a caballo.

El esmalte está trabajado en la técnica de cloisonné, es decir, formando celdillas con el oro, que luego se rellena con el esmalte. Aquí los colores del esmalte son el blanco, verde, azul y marrón.

Esta técnica era habitual entre otros bárbaros, como los visigodos o los lombardos, pero extremadamente raro en la orfebrería británica, por lo que se considera que esta joya evidencia contactos con el norte de Italia.

La figura representada en el interior es masculina, de cintura para arriba, y en cada mano lleva una especie de vara florecida. No se sabe seguro a quién representa. La opinión más difundida es que se trataría del sentido de la Vista, tanto en sentido literal como en figurado (la luz de la sabiduría que pretendía difundir Alfredo por su reino). Un sentido muy apropiado para un objeto que se pretendía que ayudara a leer. También en el broche Fuller, otra joya anglosajona –esta conservada en el Museo Británico–, y que representa los cinco sentidos, la Vista aparece como un hombre que lleva en las manos sendos ramilletes. 

Aquí, el broche Fuller, también de finales del siglo IX, con los cinco sentidos representados; la Vista es lo que aparece en el centro.

Recuerda un poco a la clásica «pose de Osiris» pero los brazos no llegan a estar cruzados. Cristo, en el Libro de Kells, aparece en esta pose, en la parte inferior de la miniatura que representa «La tentación de Cristo», y también en algunas cruces irlandesas.
La tentación de Cristo, en el Libro de Kells (h. 800), hoy en el Trinity College de Dublín.

Hay una hipótesis, minoritaria, de dice que el personaje representado podría ser Alejandro Magno. En algunas imágenes medievales aparece con algo parecido en las manos: «dos varas con goterones de forma parecida a las flores en sus extremos», dicen en la Wikipedia. Representaría el conocimiento adquirido por la vista dado que, según una leyenda medieval, Alejandro Magno quiso conocer el mundo, y dos grifos lo elevaron por los cielos; lo que lleva en las manos sería el alimento con el que atrajo a esos animales mitológicos.

Si vamos a la base de la joya, vemos que tiene forma de cabeza de animal con las fauces abiertas, rugiendo; puede ser un dragón, o un jabalí (las dos cosas he leído). En la boca tiene un agujero o alvéolo cilíndrico en el que iría encajada la varilla de marfil o madera que sería el puntero.

Por la parte de atrás está grabado el Árbol de la Vida.

Las diversas perspectivas sobre esta joya se ven muy bien en esta ilustración de un libro del año 1912, Enamels («Esmaltes») de Mrs. Nelson Dawson.

Al hilo de la cual dice lo siguiente (lo traduzco de Wikicommons, porque da una descripción de la joya a principios del siglo XX que tiene su interés):

Los ejemplos mencionados anteriormente no tienen ninguna historia relacionada con ellos, nada se sabe de cómo o dónde se realizaron; sólo circunstancias, su artesanía, y carácter, apuntan a un origen anglosajón. Pero de lejos el más interesante y conocido ejemplo de aquella época, que lleva su propia inscripción y que contiene un retrato en esmalte cloisonné, es la llamada Joya de Alfredo, que durante los dos últimos siglos ha estado en el museo Ashmolean de Oxford y ha sido tema de mucha discusión académica y conjeturas, y aunque es pequeña, menos de dos pulgadas y media de largo, y de tosca elaboración, es una de las más preciosas reliquias de la historia de nuestro país. La joya tiene forma oval, y el centro está formado por un esmalte cloisonné en oro, forma de huevo y apuntado en la base, el dibujo una figura toscamente realizada que es posible que represente al Salvador, san Cutberto o al propio rey Alfredo supuestamente sentado y sosteniendo en las manos lo que generalmente se cree que es un cetro floreciente, a menudo visto en diseños irlandeses, especialmente en el Libro de Kells. El fondo está coloreado en azul, los paños verdes, y a veces un punto de rojo, y la carne es un blanco apagado. Las celdas aparecen bastas y gruesas, la superficie del esmalte aún muestra los rasguños. Esto, asumo, significa que o bien el esmalte nunca se acabó o bien que el esmaltador no sabía cómo rematar la obra con un pulido manual, de manera que la superficie perdiera los rasguños y se volviera bastante suave; y también sus celdillas, por curioso que resulte, aparecerían más finas, incluso quizá tanto como apareen en el broche de Dowgate Hill [se refiere a otro broche en el M.º Británico, que no se sabe si es anglosajón u otoniano]. La joya está cubierta con un cristal pulido; esto de nuevo, aunque puede probar que el retrato esmaltado se consideraba de gran valor, no habría aparecido como necesario si se hubiera llegado a las etapas finales del pulido.

Nada asegura que el Alfredo al que se refiere sea el rey que vivió a finales del siglo IX, ni que sea uno de sus punteros, de hecho, ni siquiera se sabe que sea un aestel. Pero es la hipótesis más generalizada y, la verdad, yo no he leído otra. 

Hay una razón estilística evidente: se corresponde a la época y hay otros objetos de joyería anglosajona similares. La inscripción se refiere específicamente a Alfredo, y no es fácil pensar en otra persona que no fuera el rey de ese nombre que, en aquella devastada y pobre Wessex anglosajona, pudieran encargar una joya parecida. 

El lugar del hallazgo, North Petherton, en Somerset, está cerca de Athelney, que era un islote en las marismas, inaccesible salvo en barca, y donde el rey Alfredo se refugió de los daneses, prácticamente solo. Allí, en medio de los pantanos, hizo edificar una fortaleza y reunió a sus fieles. Desde ese punto contraatacó a los los daneses, llegando a derrotarlos significativamente en Edington (878). El rey Alfredo hizo construir una abadía, o quizá agrandar algo que existiera previamente. La dotó de monjes extranjeros, e hizo abad a Juan el Viejo Sajón, un erudito y asesor del rey, procedente del continente, quizá franco, quizá sajón.

Por lo demás, por enmarcar este objeto en la Historia del Arte, solo me queda por recordar que seguimos en la segunda fase del prerrománico europeo, pudiendo adscribirse esta joya al arte anglosajón que se enmarca, de manera más amplia y en terminología actual, el arte hiberno-sajón, para abarcar las realizaciones de las dos islas británicas. Más brillante el de Irlanda que estas poquitas cosas anglosajonas, dicho sea de paso; pero también merece la pena hablar de ellas.

Así que ya sabéis, si vais de visita a Oxford, podéis pasaros por el Museo Ashmolean, donde se puede apreciar esta joyita. Yo, cuando estuve, no fui. Era otro plan de viaje, familiar, e íbamos buscando más la huella de Tolkien, como conté en su momento.

Como siempre, salvo otra indicación, las imágenes proceden de Wikimedia Commons.

sábado, 24 de agosto de 2019

#18 Cristal de Lotario






Lothair Crystal

Objeto: joya grabada
Material: cristal de roca
Fecha: h. 855-869 (el cristal)
Siglo XV (el marco)
Lugar actual: Museo Británico
Época: Arte carolingio

¿Quieres conocer la moral sexual de cada época? El arte es una buena fuente… y también el Derecho Penal

¿Sabíais que hasta el año 1978, el adulterio era delito en España

Solo que no lo cometía igual el marido que la mujer. A ella le bastaba yacer (entendido como tener sexo penetrativo vaginal) con varón que no fuera su esposo; él, en cambio, solo lo perpetraba si llevaba a su manceba a casa o la mantenía de manera notoria.

No hablo de la Prehistoria, hablo de mi país y siendo yo una niña.

Situar las cosas en su contexto sirve para entender las historias que nos cuenta el pasado. Debemos huir del presentismo y comprender que en otras épocas se tenían otras ideas, respecto a la moral sexual, en particular cuál era el comportamiento correcto esperable de una mujer.

Lo que cada sociedad entiende como delito, dice mucho de ella. El adulterio, en España, no se entendía que fuera algo contra los derechos y deberes familiares, sino contra la honestidad. Lo mismito que la violación. Hoy, en cambio, los delitos sexuales se entienden como algo que atenta contra la libertad e indemnidad sexuales. Que justo esta sea la parte del Código Penal de 1995 que más veces se ha reformado en sus veinticuatro años de vigencia demuestra lo cambiante de la ideología en esta materia... o que es más fácil modificar la ley que la realidad.

Este Cristal de Lotario se relaciona con dos delitos sexuales diferentes, uno mítico y otro histórico.

Esta joya grabada se encontró, partida, en el lecho del río Mosa. Por lo visto estuvo, al menos desde el siglo XII, en la abadía de Waulsort, en la moderna Bélgica. Se cree que cuando los revolucionarios franceses saquearon la abadía en la década de 1790, arrojaron al río esta joya, de evidente origen monárquico. El Museo Británico lo adquirió en 1855.

El cristal en sí es un círculo de 10,5 centímetros de diámetro y centímetro y medio de grosor, rodeado por un marco de cobre con lo que alcanza los 18,6 centímetros. Este marco es posterior, se calcula que del siglo XV, y esta perforado de tal manera que se cree que el objeto pudo haber sido utilizado como broche.

De origen carolingio es en sí el cristal de roca, ligeramente convexo en la parte grabada, y más bien plano por detrás, con los bordes biselados. En conjunto, cristal y marco pesan 650 gramos.

El cristal de roca es un cuarzo incoloro que destaca por su dureza. Por eso no es fácil de trabajar en las formas habituales con cortes, tallados o grabados, sino que lo que se hacía era –al parecer ocurrió así en este caso– picar la superficie con polvos abrasivos.

No se sabe la fecha exacta de elaboración, fijándose como más probable un período que va entre el año 855 y 869. Se cree que se produjo en algún lugar de la Lotaringia, posiblemente en Aquisgrán.

Representa la historia de Susana y los viejos, que aparece en el Libro de Daniel católico, aunque no en la Tanaj judía, ni en versiones protestantes de la Biblia. Sería el capítulo 13, yo lo tengo en la Biblia que anda por casa, pero sé que en otras no viene, por ejemplo en la Reina Vaera.

Este tema de «Susana y los viejos» o «El baño de Susana», aparecerá muchas veces a lo largo de la Historia del Arte, porque era una excusa piadosa para representar un desnudo femenino.

Resumo el asunto. Cautiverio judío en Babilonia. A Susana, una mujer casada, dos viejos –que la han espiado mientras se bañaba–, la coaccionan para que tenga sexo con ellos. Ella se niega, así que cumplen su amenaza: la acusan de adulterio con un joven, que dicen haber visto. Con esos dos testimonios, la condenan a muerte.

Entra entonces el jovencito Daniel, profeta, y les reprocha haber condenado sin pruebas suficientes. Para demostrar que los viejos han mentido, les somete a una pequeña cross-examination, es decir, las repreguntas, algo que cualquier abogado haría en un juicio.

Separa a los testigos, algo que hoy en día se sigue haciendo, por cierto, para que no escuchen se pongan de acuerdo en lo que tienen que declarar y que no escuche el uno las respuestas del otro. Y luego les hace una pregunta, una sola; como se contradicen, se demuestra así la inocencia de Susana y a los que ejecutan es a estos calumniadores.

¿Cuál era la pregunta que hizo este Perry Mason bíblico? Luego os lo cuento.

El cristal nos narra esta historia a lo largo de ocho escenas. Las figuras son de pequeño tamaño y sus gestos, muy marcados. No voy a entrar en detalles de cada una, que si sabes la historia bíblica es fácil de seguir, pero sí fijarme en la central.

Es un medallón rodeado de un círculo. Es la escena en que Susana es reivindicada. La leyenda en latín no puede ser más expresiva:

Et salvatus est sanguis innoxius in die illa

(Y se salvó sangre inocente, ese día).

Hay cuatro figuras bajo un dosel. En el centro, Susana alza los brazos, implorando piedad o alabando la resolución de su problema. A la izquierda, dos figuras masculinas extienden sus manos. A la derecha, un hombre en el trono. Hay quien considera que es Daniel; pero otros ven en él la figura de un rey medieval impartiendo justicia.

Un rey juzgando se aparta de la historia bíblica, pero era lo propio de la Edad Media, el rey como fuente de justicia. De hecho, es algo que sigue siendo así hoy en día en países como el Reino de España, donde muchas sentencias siguen diciendo que se dictan en nombre del rey Felipe VI. Viene del artículo 117 de la Constitución: la justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder judicial…

¿Quién se supone que sería ese rey medieval?

Aquí tengo que hablar de otra mujer acusada, y de cuál pueda ser el sentido de esa joya.

En ese medallón central, por el borde exterior, una inscripción nos informa de que su comitente fue Lotario II: Lotharivs Rex Francorvm Fieri IUSSIT. «Lotario, rey de los francos, hizo que me confeccionaran».

Este era uno de los descendientes de Carlomagno. Como sabemos, el imperio carolingio se dividió en tres partes tras el tratado de Verdún (843). A Lotario le tocó la Francia Media o Lotaringia, que iba de Norte a Sur, desde los Países Bajos hasta el norte de Italia. Quedaba entre las otras dos Francias, la Occidental y la Oriental.

Dado que este señor es el comitente, y que representa el tema de Susana, era fácil relacionarlo con acontecimientos de la vida de Lotario, el motivo por el que sobre todo ha pasado a la historia.

Resulta que Lotario II estaba casado con Teutberga, pero no tuvieron hijos. En cambio, su amante Waldrada sí que le proporcionó descendencia. Quiso entonces anular el matrimonio, pero Teutberga se opuso. Dedicó prácticamente todo su reinado a ver si conseguía la anulación o el divorcio.  

Hubo un momento en que consiguió que el clero local anulara el matrimonio, basándose en la alegación de que ella había cometido incesto con su hermano. Si os fijais, para obtener una finalidad política, recurren a una acusación sexual, algo que es habitual cuando se trata de las mujeres que incomodan al poder. Lotario se casó con su amante Waldrada. Pero Teutberga recurrió al papa, que –digamos– anuló la anulación. Teutberga tuvo que someterse a una ordalía, o juicio de Dios, de agua caliente.

Yo me imagino el palacio de Aquisgrán, año 858. Todo el mundo reunido y Teutberga mete la mano en agua hirviendo para coger digamos que una piedra que había en el fondo. Le vendan la herida. Al cabo de unos días, le destapan el brazo y ven que cura con normalidad, sin gangrenarse. Teutberga ha superado el juicio de Dios.

La hipótesis que se maneja en Historia del Arte es que Lotario acepta el veredicto y, como signo de reconciliación, encarga esta obra, lo que sitúa confección en torno al año 860, cuando, si he entendido bien, el rey Lotario II y la reina Teutberga, aparecieron juntos en concilios. 

Parece que más tarde Teutberga dejó de oponerse a la anulación, que Lotario mismo fue a Roma y tenía medio convencido al Papa, pero falleció en el viaje de vuelta. Era el año 869.

No reconocieron a los hijos de Waldrada como legítimos sucesores, por lo que Lotaringia desapareció, engullida por las otras dos Francias, la Occidental y la Oriental. Y luego ellas, y sus entidades sucesoras (por resumir: Francia y Alemania) se tiraron mil años disputando por los despojos. Alsacia y Lorena han cambiado de manos tantas veces…

¿Quién sabe lo que habría pasado si Lotario II hubiera conseguido su propósito? Tal vez habría ahora un país europeo, en forma de cuña, que fuera desde el norte de Italia hasta el mar del Norte, en cierta forma como fueron las propiedades de los Habsburgo españoles.

Lo que te hace ver que no era un problema de si a Lotario le iba más Waldrada que Teutberga, sino que la propia supervivencia de su reino dependía de esto.

Dejando a un lado la historia-ficción, el cristal nos representa la historia de una mujer acusada falsamente, y advierte de que hay que investigar bien las cosas, no fiarse nunca jamás solo de los testigos. A los que hay que saber interrogar.

Como hizo Daniel.

¿Cómo consiguió Daniel, el hábil interrogador, poner de manifiesto que los viejos mentían?

La pregunta que les hizo fue, simplemente, bajo qué árbol estaban los supuestos adúlteros.

Uno contestó que debajo de un lentisco y el otro, que una coscoja.

El Cristal de Lotario es otro ejemplo de joya carolingia, realizada en el marco del llamado «Renacimiento carolingio», prerrománico europeo, segunda fase. A su belleza intrínseca sumaba la intención didáctica. Las enseñanzas religiosas se aprendían mejor si te las contaban en forma de narración. No hay que olvidar que la mayoría de la población, y esto incluía a la clase noble, era iletrada.

Ya sé que entre tanto objeto valioso guardado en el Museo Británico, que si las momias, que si la piedra Rosetta, que si los mármoles del Partenón,… pocos visitantes repararán en este ejemplo de la joyería carolingia. Quizá, al estar incluido en La historia del mundo en 100 objetos (que es donde yo lo descubrí, junto a la historia de Lotario y Teutberga) más gente se fije en él.

Y se ponga a pensar en los paralelismos y las diferencias entre las historias de Susana y Teutberga.

Fijaos, en ambos casos, dos mujeres son acusadas de un delito que va contra la moral sexual de la época. Además, las dos tienen que demostrar su inocencia frente a las pruebas nada objetivas, que se aportaban contra ellas. 

Las diferencian que, en el caso de Susana, la salva lo racional, una investigación más a fondo, un examen más detallado de lo que tengan que decir los testigos, mientras que en la medieval, se recurre a algo enteramente irracional como es una ordalía. En ese sentido, el juicio antiguo en Oriente Medio nos resulta más aceptable a nosotros, fieles al proceso debido, que el europeo medieval.

Es una advertencia de que nunca ha de creerse a los testigos acríticamente, ni siquiera cuando el testigo dice ser la propia víctima del delito. Además, no es muy sensato hacer descansar todo el peso del proceso penal sobre los (no siempre muy fuertes) hombros de la víctima; lo que hay que hacer es investigar mejor.

Que no haya nunca ningún Daniel que reproche que se condena a alguien sin haber investigado y sin conciencia clara de las cosas.

Como siempre, salvo otra indicación, las imágenes proceden de Wikimedia Commons.