miércoles, 26 de febrero de 2020

#14 Guerra y paz

Alianza Editorial (2015)


Autor: León Tolstói
Título original: Война и мир, Voiná i mir)
Fecha de publicación: 1865–1869

No estáis de suerte.

Si me dijérais una sola obra de Literatura imprescindible, os diría: El Quijote, obra ya mencionada aquí
Si me contestarais: «¡no, que es muy larga!», dinos otra,… ya digo que no estáis de suerte, porque la segunda que diría sería esta Guerra y paz de Tolstói. 
Si os pareció larga El Quijote (unas mil páginas, 381.734 palabras), Guerra y paz la supera (unas mil trescientas páginas, 561.304 palabras).
Si me parece tan importante, diréis, ¿por qué no la pongo en la lista de cien obras de literatura universal, o de cien novelas? Ciertamente, debería estar en esas dos listas, pero la he puesto en esta específica de novelas históricas porque eso es, sobre todo, lo que Guerra y paz significa para mí.
Y el motivo por el que, creo yo, sigue ganando lectores entre las nuevas generaciones. Las guerras napoleónicas del siglo XIX son como la Segunda Guerra Mundial del XX: los aficionados a la historia nunca nos cansamos de leer sobre ellas.
Básicamente, Tolstói recrea toda una época, la Rusia de principios del siglo XIX, durante las guerras napoleónicas: de 1805 a 1813. Junto a personajes históricos como el zar Alejandro I o Kutúzov, pone en escena a varias familias de la aristocracia, más algunos personajes del pueblo que se te quedan grabados a fuego, como Platón Karataiev, que aparecerá como prisionero de guerra en la segunda parte.
Hay miles de páginas en Internet que comentan, analizan, exaltan y destripan esta novela, así que solo contaré mi experiencia. 
La primera vez que leí esta novela fue hace más de treinta años. Era joven y leía muy rápido: me duró menos de una semana. Seguí apasionadamente las descripciones de las batallas, la campaña rusa de Napoleón, con mapas y todo, quedándome en lo épico y en las reflexiones de Tolstói sobre la Historia.
Ahora la he releído demorándome a lo largo de las semanas, y los meses. En esta lectura pausada me fijé más en la evolución interior de cada uno de los personajes principales. La guerra ya no la veía de aquella manera sino como un lamentable desperdicio de vidas humanas. 
Lo que Tolstói opina sobre la ciencia histórica me pareció un poco como la pseudociencia de un Goethe: relleno que ralentiza la historia y que la evolución posterior del pensamiento y conocimiento humanos ha convertido en cenizas que oscurecen la obra literaria.
Sobre todo pensaba yo en Hitler. Sin despreciar la idea tostoyana de que hacen falta un cúmulo de muchos eventos menores, en que intervienen cientos o miles de personas, para que se produzcan los grandes hechos históricos, me parece descabellado entender que es irrelevante la acción de hombres concretos e individuales. Soy de las convencidas de que, si Hitler hubiera muerto en la Primera Guerra Mundial, lo más probable es que no se hubieran producido la Segunda ni el Holocausto.
Me parece a mí que Tolstói, al criticar la «Historia del Gran Hombre» decimonónica, pensaba que por grandeza y genio se refieren siempre para el bien o lo épico, cuando igualmente se puede ser muy gran hideputa y genio del mal.
¿Qué puede encontrar el lector de hoy entre los Rostov y los Bolkonsky? Historias de gente que cambia y aprende de las experiencias. También las personas buenas y virtuosas tienen defectos y se dejan llevar por pasiones como la ira o el deseo,... y conviven con otras malévolas en plan el escorpión de la fábula, simplemente porque nacieron así. Nadie es perfecto.
Hay momentos para el amor y otros para el llanto, la esperanza, la diversión, la felicidad inconsciente de ser joven, la preocupación de las madres por el futuro de sus hijos, y el desgarro de la pérdida. La guerra es lo que tiene, que la gente sufre y muere en ella. Reconozco que mojé la pestaña más de una vez.
Los letraheridos (véase la Historia de la literatura universal de Riquer-Valverde) reprochan a esta novela que tenga un «happy end con resolución y matrimonio para todos». A diferencia de ellos, opino que los finales felices no degradan un libro. Yo me los tomo como el premio al lector que ha invertido tanto emocionalmente en estas vidas de ficción. Además, no es cierto que haya matrimonio para todos: solo cuatro de los personajes principales que terminan casados. Estas dos parejas serán las únicas que tengan en esta historia un pleno final feliz, incluidos prosperidad y matrimonio. El resto habrá muerto o viven con cierta amargura, tras sufrir pérdidas y dolor.
De sus dos epílogos, uno es muy de novela romántica: parejas con sus retoños. Es casi un cuento en sí mismo que titularía «escenas de matrimonio»; proporciona el contrapunto algo desencantado de la cotidianidad después de tantas páginas de batallas, contratiempos, ilusiones y esperanzas no siempre cumplidas, y muertes.
Para ser justos con Riquer-Valverde, también reconocen que:
Guerra y paz es seguramente, si dejamos el Quijote aparte, la novela europea máxima, un prodigioso libro al cual hemos de volver de vez en cuando y cuya primera lectura queda en nuestra vida como un viaje feliz o unas vacaciones mágicas.
Pues eso, de verdad, dadle una oportunidad a esta novela que lo tiene todo: peripecias entretenidas, personajes inolvidables, estilo muy dinámico (ágil en los diálogos o minucioso en las descripciones, según lo exija el momento), la reconstrucción fidedigna de una época (hasta las parrafadas en gabacho de aquella nobleza tan francófila) y la trascendencia, ¡oh, sí! Cualquier reflexión que quieras hacer sobre el destino individual o social del hombre, la búsqueda de un sentido para la vida, el amor, la lealtad, el interés y la hipocresía, cualquier sentimiento o acto humano,… posiblemente encuentre su ejemplo aquí.
Quizá lo que más puede hacer torcer un poco el morro, en esta época, es el clasismo y el sexismo. Pocos personajes aparecen que no sean nobles; los campesinos y los criados son mero decorado, y rara vez tienen entidad propia. Karataiev es una excepción y, a veces, pienso que está ahí solo al servicio de la odisea personal de Pierre.
En cuanto a las mujeres, es cierto que están retratadas psicológicamente con la misma profundidad y atención al detalle de su vida íntima que los personajes masculinos. Destacaría a Natasha, y la princesa María. De joven te quedas más con la encantadora y adorable Natasha, comprendes sus errores, sus pasiones,… Con los años, admiras más a la princesa María, su paciencia, generosidad, cómo soporta el maltrato de su padre, cómo se pone al servicio de los hombres de su vida y, sin embargo, consigue mantener un alma resplandeciente que es sólo suya, y muy superior al resto de los personajes.
Lo que ocurre es que no dejan de ser imágenes tópicas de la mujer decimonónica hecha para el amor, a un hombre, a su familia, al prójimo. La guerra les pasa por encima y no dedican ni medio segundo a pensar en la sociedad o la política, todo les resbala, no les interesa nada.
Puedes decir que eran cosas de la época, pero… Las mujeres del Quijote, dos siglos y medio más antiguas, resultan mucho más variadas. Por no hablar de las coetáneas de Tolstói que se pueden encontrar en las novelas de Pérez Galdós.
Pero vamos, que todo eso son cosas que simplemente te llaman la atención desde una perspectiva del siglo XXI.
Adaptaciones de esta historia o de partes, hay muchas. Desde la película de King Vidor con la inolvidable Natasha de Audrey Hepburn hasta la miniserie de 2016 de la BBC protagonizada por Paul Dano, Lily James y James Norton.
Aquí, la Natasha de A. Hepburn con el Bolkonsky de M. Ferrer
Milton H. Greene para la revista LOOK [dominio público]
Vía Wikimedia Commons
De la adaptación operística, hecha por Prokófiev ya hablé aquí
Como este libro es un clásico, tiene página en la Wikipedia. Y acabo con una cita de quien es, al final, mi personaje favorito, incluso con sus arrebatos cuando se le cruza el cable:
Durante su cautiverio en la barraca, Pierre descubrió, no por medio de la inteligencia, sino con todo su ser, con la vida misma, que el hombre ha sido creado para la dicha, que ésta reside en él, en la satisfacción de las necesidades naturales, y que todas las desgracias provienen del exceso y no de la falta de cosas. Pero después, durante aquellas tres semanas de marcha, se enteró de otra verdad consoladora: que no hay nada temible en este mundo. Supo que lo mismo que no existe en la tierra una situación en que el hombre sea feliz y completamente libre, tampoco hay ninguna en que sea totalmente desgraciado y esclavo. Comprendió que hay un límite para el sufrimiento y otro para la libertad y que ambos están muy cerca; que el hombre que sufre porque en su lecho de rosas se ha doblado un pétalo, sufre exactamente igual que sufría Pierre al tratar de dormirse en la tierra húmeda y de calentarse por un lado mientras se le enfriaba el otro. Cuando se ponía zapatos de baile demasiado estrechos padecía igual que ahora que iba descalzo (hacía bastante que sus botas se habían destrozado) y tenía los pies lacerados. 
Guerra y paz, Vol. 2, pág. 517. Traductoras: Irene y Laura Andresco. Alianza Editorial, 2015.

sábado, 15 de febrero de 2020

#35 Claustro de San Juan de Duero

Claustro de San Juan de Duero, por Diego Delso (2017)
[CC BY-SA 4.0] vía Wikimedia Commons


                       
Ubicación: Soria (Castilla y León, España)
Fecha: Ss. XII y XIII
Estilo: Arte románico
Tipo de edificación: religioso


En Soria, la ciudad de los poetas, encontramos estas ruinas de lo más romántico


Soria es una de esas capitales que quedan un poco a trasmano, en una provincia que es pura naturaleza, monte bajo y alto, la Laguna Negra, leyendas y poemas… Machado y Bécquer.

Bien merece una visita. Para los que no tengan claro dónde queda, está por el centro de la península, tirando hacia arriba a la derecha según miras el mapa.

Tierra fronteriza entre las dos grandes Coronas que forjaron España: la de Castilla y la de Aragón, que se disputaron este territorio. Al final, cayó para la parte castellana.

La gente asocia el término «órdenes militares» con las cruzadas y solo piensa en los templarios. Pero hubo varias, unas internacionales y otras nacionales. Este monasterio, al parecer, fue de los hospitalarios, u orden de San Juan de Jerusalén, actualmente orden de Malta.

Del monasterio solo queda una iglesia bastante sobria (aunque con muy interesantes capiteles y dos edículos en el interior parecidos al de las iglesias orientales), un recinto amurallado en cuyo interior están… los Arcos.

Ya he comentado que las ruinas son inquietantes, y estas sorianas no son una excepción. La ciudad está en un codo del río, pero esto queda al otro del Duero, a las afueras, hacia el Este, en el Monte de las Ánimas de la leyenda becqueriana. Muy cerca queda la ermita de San Saturio. Así que acaba siendo prototípicamente romántica: algo tenebroso, nocturno, con insinuación de lo sobrenatural…

Resulta muy raro pasearse entre estos arcos. Es un cuadrado con tres esquinas achaflanadas, así que acaba más o menos un octógono; una de las esquinas sí que tiene un machón.

Sin una base alta, sin techo, sin edificio adosado, sin pasillos por los que pasear... Sólo los Arcos. Causa una sensación extraña, diferente a cualquier otra visita que hagas a monasterios románicos.

En los chaflanes hay entradas; los estilos varían, pero en vez de haber uno por cada lado del cuadrado, llegan hasta la mitad y cambian. Así que hay como eles de arcos que van variando.
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En estas arquerías hay un repertorio de modelos donde elegir.

La parte más antigua está en el ángulo noroccidental. Encuentras los típicos arcos románicos de medio punto sobre pares de columnas y basamento corrido.



Luego está el arco túmido, que es de herradura apuntado, sobre cuatro columnas.



Y empiezan a cruzarse….



… Y cruzarse, dejando un pequeño hueco, …



… Y cruzarse hasta el punto de que, llega un momento en que el arco arranca, se cruza y acaba... al aire, en la nada…



Si eso no es chulería, que venga Dios y lo vea.

Ya hablé el otro día de la sinagoga de Santa María la Blanca de Toledo, y cómo fusiona elementos del arte islámico con el cristiano. Bueno, pues un mucho de eso se da también aquí, con unas arquerías lobuladas y entrecruzadas que a veces se consideran románico y otras mudéjar.

El arco túmido en particular, puede verse en la última fase constructiva de la mezquita-catedral de Córdoba. La decoración de algunos fustes y capiteles, muy minuciosos, también evocan los modelos andalusíes.

Aparte de la influencia islámica, se ha hablado de la huella dejada por el arte sículo-normando. 

Monumento nacional desde 1882, actualmente no tiene culto y forma parte indispensable de la visita turística a Soria.

Para saber más de esta edificación, como siempre, tenemos la Wikipedia, aunque en esta ocasión no puede decirse que sea un artículo muy extenso

Con algo más de detalle hablan en Arte Guías

Pero vamos, que casi cualquier página que te hable de Soria y sus atractivos te mencionará estas ruinas. Por ejemplo en La frontera del Duero o en la página autonómica de turismo por Castilla y León.  

Para una visita turística virtual, estos seis minutejos en You Tube.

miércoles, 12 de febrero de 2020

#34 Sinagoga de Santa María la Blanca

Interior de la sinagoga
Por Luis-Daniel Carbia Cabeza (2019)
[CC BY-SA 2.0], vía Wikimedia Commons




                       
Ubicación: Toledo (Castilla-La Mancha, España)
Fecha: siglo XIII
Estilo: Arte gótico-mudéjar
Tipo de edificación: religioso




Ejemplo del Toledo de las tres culturas


En la península ibérica medieval convivieron tres religiones: la cristiana, la islámica y la judía. Tanto en Al-Ándalus como en los reinos cristianos, había grupos de las tres comunidades. Contra lo que creen algunos buenistas, esto no significa que se reconocieran en términos de igualdad o que hubiera matrimonios mixtos. Normalmente, el que manda, manda, y las minorías, como los cristianos en Al-Ándalus o los judíos en los reinos cristianos, no tenían los mismos derechos que los que tenían la religión de la élite. 

Se los toleraba, o sea, se los aguantaba. A cristianos y judíos se les soportaba en Al-Ándalus, de la misma manera que a los mudéjares y a los judíos en reinos cristianos. Por eso eran vulnerables a persecuciones cuando hubiera algún revés o plaga.

Las minorías siempre son chivos expiatorios ideales de cualquier contratiempo político, económico, climático,… del tipo de que sea. Es así hoy en día, ¿cómo no va a ser cierto en épocas aún más supersticiosas como la Edad Media?

Cuando Toledo fue reconquistada en 1085, se mantuvieron estas otras comunidades, bajo el dominio cristiano. Así se explica el nacimiento de un estilo arquitectónico mixto, fusión de elementos cristianos e islámicos: mudéjar. Por eso se surgen con normalidad iglesias con materiales, técnicas y elementos ornamentales andalusíes, elaborados con mano de obra islámica. Es un estilo muy propio de la España medieval. Hay dos fases de arquitectura mudéjar, en paralelo con los estilos cristianos: el románico-mudéjar y el gótico-mudéjar.

También la comunidad judía, al construir sus sinagogas, recurrió a alarifes y canteros musulmanes. En Toledo hubo una numerosa comunidad judía. Se dedicaba, sobre todo, al campo, a la agricultura. Llegó a haber hasta una decena de sinagogas. A nuestros días han llegado dos, esta de Santa María la Blanca y la del Tránsito. Ambas pertenecen a la época del gótico-mudéjar.

Hay una inscripción que dice que esta sinagoga se construyó en el año 1180. Lo que ocurre es que, al parecer, sufrió un incendio a mediados del siglo XIII y es entonces cuando se reconstruyó con el esquema más o menos actual.

Se trata de una sinagoga de planta basilical, dividida en cinco naves, reproduciendo el mismo esquema de naves paralelas propio de las mezquitas. Si tú ves esa foto y no te dicen que es una sinagoga, lo primero que piensas, es que estás ante una mezquita. La nave central era más alta, y las laterales, progresivamente más bajas.

Las naves se separan entre sí como arcos de herradura semicircular apoyadas en pilares ochavados.

Hay treinta y dos capiteles, de inspiración cisterciense, se han tallado a trépano, y como principales temas presentan tallos, piñas y volutas. Lo mismo los podrían encontrar en iglesias o en mezquitas.

Propio del estilo mudéjar es el uso del ladrillo para alzar los muros. Aquí se encalan de blanco, sobrio y luminoso.

La madera se usaba en la arquitectura mudéjar para crear esas espléndidas techumbres de forma de artesa que por eso se llaman artesonados; aquí se ve en la cubierta de las naves.

El yeso se reserva para los adornos, de tipo geométrico o vegetal, en las arquerías de la parte alta. Aquí es donde se nota una clara influencia del arte islámico almohade. Se distinguen por ejemplo rombos entrelazados tipo sebka. También hay tallos entrelazados, medallones o palmetas.

Como se ve, la comunidad judía estaba bien viva un siglo después de la reconquista cristiana,… incluso dos siglos después… Esta sinagoga se convirtió en iglesia cristiana a finales del siglo XIV, bajo la advocación de la Virgen Blanca. Luego fue abandonada y –a lo largo de los siglos– pasó por otras funciones, como cuartel de infantería o almacén…

La declararon monumento nacional en el año 1930. El franquismo se la devolvió a la iglesia. Pero lo cierto es que no se celebran allí actos de culto. Más bien es un monumento que se visita, y a veces se celebran exposiciones o recitales.

Para saber más de esta edificación, como siempre, tenemos la WikipediaTambién en Arte Guías describen esta sinagoga con más detalle que el que yo doy aquí. 

 Como suelo decir, para pasar un fin de semana haciendo turismo, Toledo es perfecta. Ya sé que está muy retrepada en una curva del Tajo y has de caminar arriba abajo, igual no demasiado cómodo, pero desde luego merece la pena por todas las increíbles joyas que hay allí, más allá de la catedral o El entierro del conde de Orgaz en Santo Tomé.

domingo, 9 de febrero de 2020

#33 Monasterio de Santa María de Moreruela



Cabecera con girola, por Rubén Ojeda (2010)
[CC BY-SA 3.0], vía Wikimedia Commons

                       
Ubicación: Moreruela (Zamora, Castilla y León, España)
Fecha: siglo XII
Estilo: Arte gótico
Tipo de edificación: religioso




Las ruinas son tan románticas e inquietantes…


La arquitectura religiosa en España es rica, variada y básicamente… alucinante. La continuidad en los asentamientos desde la época de los romanos hace que muchos templos estén aún en funcionamiento, enriqueciéndose (o poniendo pegotes) con nuevas aportaciones a lo largo de los siglos.

Pero, a veces, encuentras ruinas. Grandes monasterios que fueron riquísimos en la Edad Media y luego quedaron abandonados. Nadie se interesó por ellos en las amortizaciones del siglo XIX y ahí están, decayendo, hasta que las autoridades locales deciden recuperarlos como centro de interés turístico.

Tienen un aire realmente inquietante, y terriblemente romántico, todas esas edificaciones de piedra alzándose al cielo, sin techos, porque cabe pensar que se realizaron en madera y ha decaído por el peso de los siglos.

Creo que la primera vez que vi algo así fue San Pedro de Arlanza, en la provincia de Burgos, y fue toda una experiencia. Era… raro… y al tiempo, precioso.
 
San Pedro de Arlanza, fotografiada por J. A. Gil Martínez (2012)
Hoy voy a hablar de otras ruinas, muy significativas en la Historia del Arte, porque es una de las primeras obras de arquitectura gótica en España. De hecho, se la coloca en la primera fase, llamada protogótico.

El nuevo estilo llegó a la Península gracias a los cistercienses, ya que la orden construyó de esta manera los monasterios que iba fundando por toda la Cristiandad. Era una arquitectura esencialmente funcional, que pretendía usar los elementos más simples de manera eficiente. 

Es un estilo desnudo, en que el edificio brilla en la simplicidad de sus líneas, sin ornamentación que confunda el ojo. Obviamente tiene poco que ver con el gótico florido de siglos posteriores; no hay que olvidar que llegó hasta la época de los Reyes Católicos.

Las relaciones entre franceses e hispanos fueron muy continuadas a lo largo de la Edad Media. No solo por el Camino de Santiago, que ha aparecido aquí unas cuantas veces. También hubo relaciones de casas aristocráticas, e incluso de familias reales, entre los dos territorios, cuando nobles foráneos venían a buscarse la vida luchando contra los musulmanes en la Península. Por ejemplo, Alfonso VI, conquistador de Toledo, casó a su hija Urraca con Raimundo de Borgoña (1070-1107), y a este noble galo se debe la organización de la repoblación de la meseta entre el Duero y el Tajo. Su hijo fue Alfonso el Emperador (1105-1157), el primero de la dinastía de Borgoña en los reinos de León y Castilla.

Precisamente fue este Alfonso VII de León, llamado «el Emperador», quien llamó a la Orden del Císter a la península. Venía de épocas bastante revueltas, y una forma de lograr la pacificación de sus territorios es precisamente mediante los monasterios. Hay que pensar que no se trataban solo de centros religiosos, como podemos creer, sino que se constituían en el centro de un territorio, que organizaban, controlaban y del que eran el motor económico. Su implicación en mantener la paz era más fiable que la de los nobles, salvo los más leales, o los obispos de las ciudades, que tenían otros intereses diferentes.
 
Parte del muro sur de la iglesia, también de Wikimedia Commons

Alfonso VII entregó Moreruela a un noble leal, llamado Ponce de Cabrera, con el encargo de que construyera allí un monasterio. Y el resultado fue Santa María de Moreruela. Pertenece a uno de los grupos de edificios protogóticos en España: los cistercienses.

Aquí vemos las características de ese estilo gótico inicial, aún ligado al románico: el arco apuntado doblado y la bóveda de cañón apuntado, con escasos elementos decorativos; si se usa ornamentación, es geométrica o vegetal.

La cabecera de Moreruela sigue el modelo de girola y corona de capillas, y es la parte más antigua y característica de la construcción, por eso he escogido una foto de ella para encabezar el artículo.
 
Otro detalle de la cabecera, datada de 1126.
Fotografía de Borjaanimal, via Wikimedia Commons
Lo primero en lo que te fijas es en esa impresionante bóveda de cañón, ligeramente apuntado, que la cubre. 

Por debajo se distinguen tres niveles. 

El superior es el ábside principal, con arcos apuntados sobre ocho columnas. 

El nivel de en medio es la girola que rodea el ábside central; bóvedas de ojivas la cubren. 

Abajo del todo, encontramos siete pequeños ábsides.

Para saber más de esta edificación, como siempre, tenemos la Wikipedia.

En You Tube he encontrado este estupendo clip de cuatro minutos, que te visita Moreruela a vista de dron. Impresionante.



Ya sabéis, si algún fin de semana visitáis la provincia de Zamora, no dejéis de visitar estas conmovedoras ruinas.

sábado, 1 de febrero de 2020

#5 La bohemia

Mimì y Rodolfo en La Bohème
Metropolitan Opera (2014)
Bengt Nyman [CC BY-SA 2.0], vía Wikimedia Commons





La Bohème


Estreno: Turín, 1.º de febrero de 1896

Compositor: Giacomo Puccini

Libreto en italiano: G. Giacosa y L. Illica, basado en la novela Scènes de la vie de Bohème, de Henri Murger

Género: comedia lírica

Tal día como hoy se estrenó, en el Teatro Regio de Turín, esta que es una de las óperas más queridas del repertorio.


La llaman «comedia lírica», pero vamos, que tiene de gracioso lo que yo de monja. Es un dramón, muy sentimental, que juega de tal forma con tus emociones, puedes llorar a moco tendido con esta historia.

Es una de las óperas más representadas, de las favoritas del público y la crítica. La puedes escuchar, o ver en directo, o en una película,… y de cualquiera de estas formas, te meterá en la historia, y no puedes dejar de verla hasta el final.

Aunque se inspira en esa obra realista sobre bohemios franceses, lo cierto es que la adaptación es muy libre. Trata más o menos del amor de Rodolfo, un poeta y Mimì, una modistilla: se conocen, se enamoran, se separan y ella muere al final. Sí, es ya de esa época en la que la heroína tiene que morir, porque sí, es cosa de la época.

Alrededor de ellos, personajes secundarios inolvidables como los amigos del poeta, aunque yo me quedo con Musetta, una muchacha un poco coqueta que sabe ligar con tipos con parné.

Puccini conserva de la ópera clásica las arias, los dúos, los momentos de conjunto, pero se nota que estamos ya a finales del siglo XIX, y sabe enlazarlo todo de una manera continua, con una música maravillosa, de manera que te va narrando la historia entrelazando, con un desarrollo que no se detiene, sin que falten o sobren escenas.

Al parecer, el estreno no fue demasiado exitoso. Y eso que la dirigió Toscanini,... claro que entonces era un tipo jovencísimo... En un periódico de Turín profetizaban que


La bohème no dejará una gran huella en la historia de la ópera.


Eso sí que es tener ojo

Yo creo que había un poquito de clasismo, porque al fin y al cabo te representaban a personas muy corrientes, pobretonas, enfermos,… Un poquito la carne de cañón de las novelas dickensianas, solo que con un final trágico. Es lo que tiene el verismo, ese tipo de realismo o naturalismo musical. 

Pero pronto la gente le cogió gusto y ya digo que es una de las más representadas y queridas del repertorio. Cuando oigáis hablar del «ABC de la ópera», la «B» se refiere a La Bohème. Aunque no seas aficionado a la ópera, si la vas a ver, seguro que te entretiene. Sus cuatro actos se pasan en un suspiro, y no llega a las dos horas. Así que en ningún momento se te hace pesadota.

Al ser una de las favoritas del público, ha sido muy representada y hay un montón de anécdotas en torno a esta ópera. Ya desde su comienzo. Leoncavallo compuso una ópera con el mismo material, y acusó a Puccini de robarle la idea; la obra de Leoncavallo pasó sin pena ni gloria y, sin embargo, esta de Puccini es de las más destacadas del repertorio.

Hay otras que leo en la Guía visual de la ópera de Espasa © 2008. Por ejemplo, que cuando la terminó Puccini, se dijo «Voy a llorar como un niño»; y sí, es una de esas obras emotivas en las que todo el mundo acaba con un nudo en la garganta.
  
El papel de Rodolfo era uno de los papeles de Caruso. En una representación con la soprano Nelly Melba, cuando cantaba lo de «qué gélida manita», y se cogían de las manos, el «gracioso» de Caruso tenía una salchicha entre manos, así que imaginaos qué poca gracia le hizo a la Melba. Luego es solo una anécdota más.

Tiene muchos momentos inolvidables, empezando por las arias de los protagonistas del primer acto, en que cada uno de ellos se presenta al otro: él narrando que es un poeta pobre, pero rico en castillos en el aire (Che gelida manina), y ella le cuenta que es una modistilla a la que gustan las flores, aunque las que ella borda, esas no tienen aroma (Mi chiamano Mimì), para seguir con el dúo de amor que remata este Acto I: O soave fanciulla.

En el Acto II están algunas de mis melodías favoritas, como el vals de Musetta (Quando m’en vo), para mí un canto de alegría de vivir de esta mujer descarada y libre, por mucho que te la pongan en plan coqueta y mercenaria, como que solo quiere poner celoso a su ex, pero yo lo veo más como una afirmación de su fuerza femenina. No sé por qué, pero a mí me recuerda un poquito a Chi il bel sogno de Doretta, también de Puccini, de la menos conocida La rondine. Sale en la banda sonora de Una habitación con vistas, para los curiosos. Asocio estas dos arias en mi cabeza.

Aquí os la dejo, cantada por la soprano surcoreana Hei-Kyung Hong en el teatro de la Scala (2003):


¿Para qué seguir? También en los actos III y IV hay momentos sublimes de esos que te agarran por el cogote, y no importa tanto lo que cuentan sino cómo lo cuenta. Chicos, es que ya no sé cómo decir que la veáis, que merece la pena.

Hablando de grabaciones discográficas... Casi en cualquier ópera hay varias excelentes donde elegir. Aquí, la verdad es que es uno de esos pocos casos en que hay una indispensable en toda discoteca. Es la dirigida por Herbert von Karajan en 1972/3 para la Decca, con el coro de la Ópera de Berlín y la orquesta Filarmónica de Berlín. Los cantantes principales fueron: Mirella Freni (Mimí), Luciano Pavarotti (Rodolfo), Elizabeth Harwood (Musetta), Rolando Panerai (Marcello) y Nicolai Ghiaurov (Colline).

De esta grabación he leído cosas como que «Karajan satura el espacio de los colores orquestales más suntuosos y hace de esta Bohème una verdadera fiesta para los sentidos».


Para saber más, la wikipediaEl libreto, en español e italiano, así como discografía de referencia, en Kareol

En You Tube he encontrado esta grabación con Marcelo Álvarez como Rodolfo y Cristina Gallardo Domas como Mimì, en el Teatro de La Scala de Milán, y encima subtitulada en español. No, si el que no se cultiva es porque no quiere.