jueves, 4 de abril de 2024

#13 Itinerario de Egeria



Itinerario de Egeria

 

Título original: Itinerarium Egeriae / Peregrinatio Aetheriae / Peregrinatio ad Loca Sancta

Autor: Egeria

Año: 381 - 384

Género: Ensayo / autobiográfico

Tema: Historia / Viajes

 

«Yo, que soy un tanto curiosa...»

 

Mujeres viajeras las ha habido, ya veis, toda la vida del Señor.

Yo a Egeria la pondría de «santa patrona» de las senderistas, montañeras y caminantas que por el mundo andamos. Es verdad que no fue la única, ya que antes que ella, por ejemplo, a la hispana Melania la Vieja le dio por ir a Egipto.

Era un turismo religioso, puesto de moda por los «hallazgos» de Elena, la madre de Constantino, en Tierra Santa, cosa que habría ocurrido unas décadas antes. A muchos les dio por ahí, si gozaba de ricos posibles.

Durante mucho tiempo se creyó que esta Egeria era una monja. Sin embargo, parece que cuando ella vivió, a finales del siglo IV, realmente no había monasterios femeninos tal como existieron después. 

Tú lo lees y te das cuenta de que esta señora debió ser otra cosa, una dama con parné e influencias.

Procedía de la Gallaecia (o sea, el noroeste de Hispania) y viajó hasta Oriente. 

Todos estos turistas religiosos aprovechaban la globalización que supuso el imperio romano. Podías viajar de una punta a otra del imperio gracias a calzadas en condiciones, o mediante la navegación por el Mare Nostrum, en el camino encontrabas dónde descansar, y contaba con un sistema monetario más o menos estable.

Esta mujer viajaba a su aire, hacia donde le apetecía o había algo que le llamaba. A veces llevaba con escolta. Allá donde llegaba, todo eran facilidades por parte de los religiosos que la recibían, incluso le daban regalos o recuerdos.

No es de extrañar que haya quien elucubre que podría estar relacionada con la familia imperial. Procedía de Hispania, lo mismo que el el emperador que regía entonces, que era ni más ni menos que Teodosio el Grande. Pero vamos, esto no está demostrado. 

Que tenía una buena posición se pone de manifiesto, para mí, en la propia seguridad en sí misma que demuestra. Preguntaba, sin cortarse, sobre aquello que le llama la atención. Ella misma se llama curiosa.

Vimos desde el camino un valle hermosísimo que se abría a nuestra izquierda, un valle enorme que enviaba al Jordán un torrente muy dilatado. Y en dicho valle divisamos la ermita de un hermano que vive allí actualmente como monje. Entonces yo, que soy un tanto curiosa, pregunté enseguida qué valle era aquél para que un santo monje hubiera plantado allí su eremitorio; pues imaginaba que no lo habría hecho sin alguna razón poderosa.

Se supone que su peregrinación por Oriente Próximo se desarrolló entre los años 381 y 384. Para entonces, el imperio romano era ya un imperio cristiano. Justo antes, en 380, el edicto de Tesalónica impuso el cristianismo como la religión oficial del imperio.

En su viaje por lo que hoy es Egipto, Israel, y otros lugares, Egeria solía hacer más o menos lo mismo. Subiera a una montaña o llegara a otro lugar bíblico, ella con sus religiosos acompañantes, se leía la parte de las escrituras que mencionaban ese sitio, comulgan y tras los rezos, un buen refrigerio.

Es uno de los primeros libros de viajes que se conocen. Ahora, no pretende ser enciclopédico y minucioso. Adopta el formato epistolar, cartas que cuentan a sus amigas dónde había estado, lo que había visto, anécdotas que las entretuvieran. Es, en ese sentido, entretenido, siempre que tengas un poco de idea de la geografía y el mundo de la época.

Yo me fijo, sobre todo, en cómo describe los ascensos a las montañas, porque refleja perspectivas y vivencias que podemos tener cualquiera que subamos a un monte.

La montaña, vista de lejos, parece ser una sola, pero una vez que te internas en ella, vas descubriendo cimas diversas, si bien es todo el conjunto lo que se llama Monte de Dios.

(...) Ese monte, digo, no resulta sin embargo visible a menos que te acerques hasta su mismo pie; eso, antes de ascenderlo.

Esta señora subió a unas cuantas cimas de esas que aparecen mencionadas en la Biblia, al Sinaí, al Tabor o al Nebo.

Me imagino a esta pizpireta señora, quién sabe, igual una domina de mi misma edad, cincuentona, con su séquito de acompañantes, soldados, religiosos, quizá alguna otra dama o doncella, montaña arriba, por senderos intrincados, entre zarzas y peñascos, hasta llegar a lo alto y ver desde allí todas aquellas tierras...

Egeria es uno de esos personajes «rescatados», en cierto sentido, cuando se empezó a mirar la historia con ojos femeninos. Se buscaba mujeres que se apartaban de estereotipos de género, que hacían algo diferente.

El problema –creo yo, que soy mera aficionada– estaba en que la historia, aunque ha existido siempre, se pretendió hacer científica en el siglo XIX. La mirada decimonónica era, digámoslo así, bastante victoriana, de manera que proyectaban al pasado lo que ellos creían que era «ley natural» de las cosas. La mujer diferente, si la encontraban (porque buscarla, no la buscaban nunca) era así como una aberración.

Sin embargo, cuando te pones a leer más historia, te das cuenta de que no. Las mujeres no estuvieron siempre tan encorsetadas como se piensa. Hay mucha más variedad en sus actividades que lo que pensamos. Hubo médicas, intelectuales y viajeras, lo mismo que comerciantes o artistas.

Quizá no hubiera muchas, pero posiblemente más de las que pensamos. Aunque había quien las criticaba, el que abundaran indica que se veía como algo posible, no rarezas de gentes extravagantes.

El Itinerario de Egeria tiene dos partes, una se dedica a la parte de viaje y la segunda se centra en Jerusalén, y las costumbres litúrgicas que se seguían allí. Además, faltan algunas páginas, las primeras, las que se supone que cuentan cómo esta señora de Galicia llegó a Oriente.

La versión que yo he leído es Viaje de Egeria: el primer relato de una viajera hispana, con edición de Carlos Pascual (2017), de La Línea del Horizonte Ediciones, el n.º 11 de la colección Cuadernos de Horizonte.

Recoge solamente la parte del viaje, y me parece buena opción. Los ritos jerosolimitanos de aquel cristianismo primigenio me interesa bastante menos. Llamará más a los estudiosos de esos temas. Pero al lector normal, creo que estas cosas son lejanas.

Esta edición incluye, a cambio, muy interesantes añadidos. Así, la introducción explica el estado actual de lo relativo a la autoría y cómo se descubrió, así como el entorno histórico en que se produce el viaje. Además, entre los textos adicionales está la «Carta de Valerio a los monjes del Bierzo» que permitió identificar a Egeria. Valerio murió en 695, o sea, que hablaba dos siglos después de que viviera esta señora, ya en la época de la España visigoda.

Ella, surgida en la más remota orilla del mar Océano occidental, se dio a conocer al Oriente... No quiso darse aquí reposo... Maceró aquí su cuerpo terrenal con fatigas terrenales... Se convirtió aquí en peregrina con espontánea libertad

 

Este Itinerario tiene página propia en la Wikipedia. 

 

A continuación, os pongo un mapa del imperio romano en el año 395, autor: FDRMRZUSA, [CC BY-SA 4.0], vía Wikimedia Commons: