domingo, 10 de marzo de 2019

#23 Lawrence de Arabia

Póster de la película
Incorpora obra de H. Terpning
[Dominio público] via WC




Lawrence of Arabia
Año: 1962
País: Reino Unido
Dirección: David Lean
Música: Maurice Jarre

Una de las mejores películas épicas de la historia

            Dicen que Marlon Brando se negó a protagonizar esta película porque no quería pasarse dos años sobre un camello.

Ahora, parece difícil imaginarse a nadie más en el rol titular que no sea Peter O’Toole. Sabe darle ese aire aventurero y vulnerable, culto pero ansioso por seguir descubriendo lo que la vida le depara, vanidoso y leal…

David Lean había triunfado cinco años antes con El puente del río Kwai, de la que hablaré otro día, una de la Segunda Guerra Mundial, mientras que aquí te narra una parte de la Primera: cómo los aliados occidentales perturbaron el poder otomano en Oriente Próximo.

Lo narra siguiendo los pasos de una figura mítica: un oficial inglés de inteligencia, T. E. Lawrence, que consiguió la alianza de tribus beduinas a favor de los aliados. Se mete en ese ambiente, atrae a su bando a estas personas, interviene en operaciones como la conquista de Áqaba o la voladura de un tren. Al final, británicos y franceses se dividen el territorio, algo que no gusta a los reyezuelos locales ni al propio Lawrence. Regresará a Gran Bretaña, donde muere en un accidente.

Dejando a un lado lo que te cuenta, este es uno de esos casos en que la maravilla es cómo lo hace, que es donde, en mi opinión, radica la esencia del arte. Es una de esas superproducciones en las que el dinero está muy bien invertido en hacer las cosas a lo grande. Empezando por los actores, fantásticos, todo un plantel de grandes estrellas del cine que, además, sabían interpretar. Peter O’Toole en el papel protagonista, guapísimo (lo siento, soy así de superficial) e intenso Omar Sharif como Alí, luego el actor fetiche de David Lean, Alec Guinness, como el futuro rey Faisal, reticente, afectuoso pero calculador, de esos a los que nunca acabas de creer del todo.

Esta película se rodó en gran parte en España, y eso dio lugar a la intervención de algún actor español muy secundario, como Fernando Sancho, que hacía de turco. Es gracioso, porque también recurrieron a actores hispanoestadounidenses para algunos papeles, como José Ferrer de militar turco y Anthony Quinn como líder tribal árabe.

Hoy en día estas cosas suenan raras e incluso se rechazan, ¿qué hace un inglés haciendo de rey árabe o un español de turco…? A mí, personalmente, lo que prefiero es un buen actor. Quizá por tener el gusto un poco modulado por la ópera, un género dramático totalmente irreal, donde se asume sin pestañear que un alemán puede hacer de celoso moro o un español, de héroe nórdico, o una finlandesa, de princesa judía helenista. Así que, por razones estéticas, no me importa el origen de quien interpreta este o aquel papel. Además, entiendo que usar grandes estrellas facilita la financiación primero y el éxito comercial después, del proyecto, por lo que es una decisión sensata.

Admito que usar actores del mismo país donde ocurrieron las historias que narran, tiene ventajas: da un plus de autenticidad y ayuda a que el trabajo no lo monopolicen un grupo de estrellas anglosajonas.

La grandeza de esta película reside igualmente en su formato. Una fotografía espectacular de Freddie Young en Technicolor (que ganó el Óscar), una ambientación que transmite perfectamente el silencio y la espacialidad del desierto, y la música, la inolvidable música de Maurice Jarre, cuyo tema principal es conocido de todos y que también ganó el Óscar a la mejor banda sonora sustancialmente original.

También se llevaron el Óscar los directores artísticos John Box y John Stoll, con el decorador Dario Simoni. Ganó más, otros óscares y más premios, pero tampoco voy a detallarlo aquí todo.

Es una de esas películas a la antigua que no se ven igual en el cine que en casa, que casi es otra diferente si tienes la oportunidad de verla en el cine, con rollos originales de 70 mm, como hicieron en la Sala Phenomena de Barcelona, a una copia digital remasterizada.

Hay que reconocer que el Panavision no queda igual en pantalla grande que en la de casa.

También el tempo de la película exige un poco de paciencia a los espectadores actuales, cuando estamos más acostumbrados al nervio, las escenas breves o los montajes acelerados. Una escena como la del pozo de Alí, con T. E. Lawrence y su guía mirando al horizonte, inseguros de si es un espejismo o alguien que, verdaderamente, se les acerca, y sus dos o tres minutos hasta que se ve que es una persona, la reconocen, hay una muerte, y luego llega Omar Sharif, requiere que estés atento, que te sumerjas en la escena, que te dejes llevar, olvidando el cronómetro y eso, hoy en día, con una concentración totalmente desentrenada, es más bien difícil.

Pero si eres de los que aún tienes la capacidad de disfrutar de estas cosas, de apagar el cerebro y dejarte inundar por lo que te cuentan, a su ritmo, entonces, puedes disfrutar totalmente de la grandeza de Lawrence de Arabia. Porque es una de esas películas imprescindibles en la historia del cine.

¿A quién se la recomendaría? Pues, aparte de aquellos a quienes les guste el Cine como arte, a los fans del cine bélico, ante todo. Trata más del aspecto épico (operaciones militares, infiltraciones de inteligencia, pescar ventajas estratégicas a río revuelto) que el lírico de cómo la guerra afecta a la gente en general, a los seres humanos implicados.

Y a quienes no les importe que no aparezca ningún personaje femenino. Esta es una historia de machotes, interesados solo en cosas estereotípicamente masculinas.

Hasta el punto de que, si alguna mirada te resulta romántica o erótica, será siempre de ojos masculinos hacia cuerpos masculinos.

Para saber más: se puede consultar la Wikipedia, Film Affinity o la Internet Movie Data Base.

Aquí os dejo el tráiler que hicieron con motivo del 50.º aniversario de la película, en 2012.

No hay comentarios:

Publicar un comentario