miércoles, 28 de agosto de 2024

#57 Cuadros de una exposición

File:Musorgsky 1874 b.jpg
Modest Músorgski, foto de 1874 

 

Карти́нки с вы́ставки, Kartinki s výstavki

 

 


 

Compositor: Modest Músorgski

Composición: 1874

Primera publicación: San Petersburgo, 1886

Versión orquestal de Ravel: París, 1922


 

 

 

Uno de los ejemplos más populares de la música programática.

 

El otro día escuché el podcast del programa que Andrés Amorós (Música y Letra) dedicó a esta obra. Me dí cuenta de que todavía no la había comentado aquí, y mira que es conocida. El podcast en sí lo podéis escuchar en diversas plataformas, yo personalmente estoy suscrita en iVoox, aquí os dejo el enlace, la única suscripción que tengo actualmente de música clásica. Tenía otras de Radio Clásica, pero se me jubiló mi comentarista favorito y los que hay ahora me dan dentera, hablan mucho y no saben tanto como los antiguos (o, si saben, no lo transmiten bien, para mi gusto).

La verdad es que con los comentarios de Amorós básicamente se podría hacer este post, porque sabe sintetizar muy bien lo esencial de cada obra.

De Modest Músorgski ya hablé aquí, al hilo de su ópera Borís Godunov. Recordé que se enmarcaba en el estilo de la música nacionalista rusa del siglo XIX. Autores de toda Europa decidieron incluir, normalmente respetando los formatos habituales de la música clásica occidental, temas o melodías propios de su paísNo se trata de dar toque folclórico o exótico, color local, sino añadir nuevas sonoridades a la música clásica de toda la vida.

Muchos de aquellos músicos rusos no fueron realmente profesionales, sino que tenían otras profesiones. Músorgski, decía yo entonces, pertenecía a la la mediana nobleza, que estuvo en el ejército, pero lo dejó. Cayó en el alcoholismo y en la pobreza, muriendo a los 43 años.

Es otro fallecimiento el que está en el origen de esta obra. En concreto, el de su amigo pintor Viktor Hartmann, a los treinta y nueve años, el 4 de agosto de 1873. Se celebró entonces una exposición para recordarlo, con unos cuatrocientos cuadros del autor, en la Academia Imperial de Bellas Artes en San Petersburgo, en febrero y marzo de 1874. Músorgski contribuyó con un par de ellos cuadros que su amigo le había regalado.

Estamos ante una suite para piano en diez movimientos, enlazados por un tema recurrente que se llama Promenade o paseo diríamos nosotros. Es una pieza considerada para virtuosos del piano, por su dificultad.

Se trata de música programática: se supone que representa algo real, un tema, en concreto en este caso sería una representación musical de un paseo por la exposición. Cada una de las piezas estaría dedicada a un cuadro: los gnomos, el antiguo castillo, Tullerías, Ballet de polluelos en sus cáscaras (imagen humorística), la cabaña sobre patas de gallina (tiene forma de reloj y en ella vive la bruja Baba-Yaga) o la Gran Puerta de Kiev (proyecto de un monumento para celebrar al zar Alejandro II).

Compuesta, como os he dicho, en 1874, no se publicó hasta 1886, cinco años después de la muerte del compositor, en versión retocada por su colega Rimski-Korsakov. Ahora se conoce, sobre todo, por sus arreglos y orquestaciones que han hecho otros compositores. De las versiones orquestales, la más conocida e interpretada es la de Maurice Ravel en 1922, por encargo del director Serguéi Kutzevitsky.

En cuanto a grabaciones, aquí es obligado señalar una para piano y otra con orquestación de Ravel. Para piano, la de Sviatoslav Richter, grabación de un concierto público en 1958, que incluye obras de otros autores. Ahora lo puedes encontrar publicado por Naxos como «The Legendary 1958 Sofia Recital».

Para orquesta, la verdad es que no he visto una grabación concreta que todo el mundo considere como «la de referencia». He leído buenas críticas de la de Ancerl con la Filarmónica Checa (1968) para Supraphon.

¿Qué es mejor, la orquestal o la suite para piano? Aquí sí que depende del gusto del consumidor, de lo que le vaya más o prefiera en ese momento. Las dos versiones son de altura. La orquestación es realmente brillante, y no es de extrañar que sea mucho más interpretada que la suite para piano. Ahora, si me preguntas a mi, que soy más minimalista, prefiero versiones más sencillas, me pongo antes una pieza para piano que una obra sinfónica. Pero eso va en gustos, como todo.

Para saber un poco más, tenemos artículo sobre esta pieza en la Wikipedia en español

Por You Tube hay unas cuantas interpretaciones, os dejo esta de la versión orquestal que se titula «Mussorgsky - Ravel: "CUADROS DE UNA EXPOSICIÓN". OSRTVE / M.A. GÓMEZ MARTÍNEZ», o sea, con la Orquesta Sinfónica de Radio televisión Española y dirección de Gómez Martínez.

 

domingo, 25 de agosto de 2024

#29 La vida de los otros

 

Tomado de Film Affinity




Das Leben der Anderen

Año: 2006

País: Alemania

Dirección: Florian Henckel von Donnersmarck

Música: Gabriel Yared, Stéphane Moucha

 


A ver si recupero esta buena costumbre de dedicar el domingo a hablar de cine 

Empiezo con una que refleja la vida cotidiana en un Estado totalitario

Imprescindible

 

 

Una película aparentemente fría, con interpretaciones contenidas, todo miradas. Un formato muy coherente con la historia que te cuentan, ambientada en la Alemania del Este, en el año 1984, cuando no podías decir lo que pensabas, ni confiar en nadie. Cualquiera era confidente de la Stasi, la policía secreta del régimen comunista que tenía expedientes prácticamente sobre todos los ciudadanos del país.

La Stasi decide investigar a Georg Dreyman, un escritor, y su pareja, Christa-Maria, una actriz de éxito. Ninguno de los dos se han significado políticamente, parecen adeptos al régimen. Pero el ministro se encapricha de la actriz y quiere que la Stasi encuentre algo del escritor. Ponen a ello a HGW, el capitán Gerd Wiesler, un tipo callado, muy bueno en lo suyo, investigar, interrogar.

Por un lado ves la vida cotidiana del escritor y la actriz y, por otro, la vigilancia de la Stasi. No voy a entrar en detalle, pero la impresión general es de ahogo, de asfixia, porque se controla todo, lo que haces y lo que piensas. No se puede hablar, casi no se puede ni pensar, en algo que no sea ortodoxo. Y el Estado comunista, como buen totalitario, tiene normas para todo. El que tiene el poder, el partido, puede obligarte a hacer lo que ellos quieren, o impedirte hacer lo que tú deseas.

La opresión es esto. El comunismo es esto, el socialismo es esto. Tienes que ser complaciente, en todos los sentidos, con los funcionarios del partido. Es muy fácil tener a la gente amedrentada y que no hable, que no se queje, porque en cualquier momento puedes perder el trabajo, tú o los tuyos, o tus hijos que los echen de la universidad, o te detienen… Muchas veces no hace falta ni siquiera usar la violencia. Las amenazas bastan, cuando todo el poder lo tiene el estado y tú solo eres un súbdito, nunca un ciudadano.

Parece contado con frialdad, con distanciamiento, pero desde luego eso no deja impávido al espectador. Al contrario, conmueve hasta el punto de que, si eres como yo, acabas mojando la pestaña, de forma inevitable. Porque la gente es, simplemente, humana, y hace falta mucho coraje para apartarse de lo que el estado te exige. Por eso valientes son pocos y la mayor parte se calla, acata, mira para otro lado. Y también no ser suicida, sino listo, saber ganar al sistema con sus propias normas.

Es cruel ver cómo en aquella sociedad en teoría igualitaria, no lo eran en absoluto. El poder lo solían detentar hombres. Y abusaban de él, en relación a las mujeres, como podéis imaginaros.

Es una de esas obras esenciales para comprender las cosas que han pasado en Europa, para que tengamos claro qué cosas no deberíamos repetir. Me paree atroz que, por algo que pienses o digas o escribas, puedas perder tu trabajo, o incluso te detengan. Por eso hay que mirar muy mucho cómo se regulan estas cosas en nuestras democracias. Si queremos seguir siendo una democracia liberal que cree en la libertad de pensamiento y de expresión, los delitos de opinión deberían, o no existir, o sancionarse sólo en casos extremos.

¡Qué película tan buena, tan conmovedora! Es de las que te impacta y recuerdas tiempo después de haberla visto. Y siempre te quedarás con la mirada fija, de Ulrich Mühe, que interpreta al capitán Gerd Wiesler, esos ojos difíciles de leer, esa expresión aparentemente neutra, para no traicionarse jamás.

Ganó unos cuantos premios, entre otros, el Óscar a la mejor película internacional, el BAFTA a la mejor película en habla no inglesa, el mejor film extranjero en los Premios César, mejor película extranjera en los Independent Spirit Awards, los premios del Círculo de Críticos de Nueva York y para la Asociación de Críticos de Los Ángeles. En los Premios del Cine Europeo fue considerada la mejor película, el mejor actor (Ulrich Mühe), mejor guion (Florian Henckel von Donnersmarck). Por supuesto, en los Premios del Cine Alemán del año 2006 ganó en unas cuantas categorías: película, director, actor (de nuevo, el fantástico Ulrich Mühe), actor secundario (Ulrich Tukur), guion, y diseño de producción (Silke Buhr).

Podéis leer más en la Wikipedia, Film Affinity, o la Internet Movie Data Base

sábado, 24 de agosto de 2024

#9 Cien años de soledad

 


Autor: Gabriel García Márquez
Fecha de publicación: 1967




La novela más conocida en español… dejando a un lado El Quijote

    Es una novela tan popular, que poco puedo añadir yo aquí. Por si hay alguno despistado, os resumo muy mucho: una saga familiar que a lo largo de los años y las generaciones sigue la historia de los Buendía y, con ellos, los cambios políticos y sociales operados en la región caribeña de Colombia, y por extensión, del país. Ellos fundan Macondo, localidad que se engrandece, pasa por las guerras, se enriquece, luego sufre decadencia y acaba desapareciendo.

    Cien años de soledad es la historia más conocida de lo que se llamó boom de la narrativa hispanoamericana, fenómeno ocurrido en los años sesenta. No es que no hubiera producción literaria en Hispanoamérica. La hubo durante siglos, desde la última de las grandes poetas del Barroco en español, sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), hasta el introductor del modernismo en nuestro idioma, Rubén Darío (1867-1916). 

    Pero con autores como Carpentier, Vargas Llosa o García Márquez, se conoció a las letras hispanoamericanas fuera de nuestra cultura. Se les tradujo a otros idiomas. Fueron los otros, los anglosajones o los franceses, los que descubrieron unas obras espléndidas que tenían auténtica trascendencia. Estos autores hispanoamericanos, asentados en sus raíces culturales e históricas, crearon narraciones se elevaban por encima de lo pintoresco y local, «hablando» a cualquier ser humano.

    Obras como Cien años de soledad pueden leerse a muchos niveles. Te puedes quedar en la superficie, porque esta novela es fácil de leer, por resultar muy episódica; parece simplemente que te va contando anécdotas

    Hay distintas capas, estructuras, simbolismos. Es una novela larga pero por cada página que escribió García Márquez hay cien, o mil, o un millón, creadas por comentaristas, glosadores, de cada palabra, cada personaje, cada idea. Como yo no soy experta, aquí me dirijo al lector normal y corriente, y le digo que cada uno se queda con aquello que más le va. Las grandes obras es lo que tienen, que «dicen» algo no solo a cada nueva generación, sino casi a cada lector. 

    En mi caso particular, ni los argumentos ni los personajes me entusiasman. Se suele reprochar el machismo, lo estereotipado de las mujeres que aparecen, pero en mi opinión, es algo que también pasa con los hombres que pueblan estas páginas. El sexismo es propio de la sociedad y la época de la que hablan. De todo lo que aparece en esta novela, lo único que me rechina es esa idea tan viejuna de usar la palabra «amor» en relación con la prostitución.

    Con lo que yo me quedo es con la maravilla del lenguaje. García Márquez escribe de una manera tan prodigiosa, con palabras tan escogidas y precisas, que las neuronas me hacen chiribitas. Lo que más me impresiona es la admirable capacidad de crear mundos solo con palabras.

Los hombres de la expedición se sintieron abrumados por sus recuerdos más antiguos en aquel paraíso de humedad y silencio, anterior al pecado original, donde las botas se hundían en pozos de aceites humeantes y los machetes destrozaba lirios sangrientos y salamandras doradas. Durante una semana, casi sin hablar, avanzaron como sonámbulos por un universo de pesadumbre, alumbrados apenas por una tenue reverberación de insectos luminosos y con los pulmones agobiados por un sofocante olor de sangre.

    No me digáis que no es precioso ese lenguaje. Más adelante, José Arcadio Buendía encuentra una aparición: un galeón, entero, con su casco, velas y jarcias. A renglón seguido, te comenta que a la siguiente generación, el coronel Aureliano Buendía volvió a atravesar la región. Lo que él ve es esto:

... y lo único que encontró de la nave fue el costillar carbonizado en medio de un campo de amapolas. 

     «Costillar carbonizado en un campo de amapolas», ¡es que me muero! ¿Acaso se puede escribir mejor en español?
 
     Las novelas hispanoamericanas de esta época suelen insertarse en dos líneas, el «barroco americano» (un ejemplo que se suele poner es Paradiso de Lezama Lima) y el «realismo mágico», cuyo paradigma serían estos Cien años de soledad. En un contexto de novela histórica más o menos realista, introduce episodios imposibles conforme a las normas de la naturaleza, elementos paranormales que fascinan, y de ahí que se le considere mágico. En la Historia de la literatura universal de Riquer y Valverde, hacen una comparación que entiendo muy atinada: «con ráfagas de imaginación a lo Chagall invadiendo el realismo de que partía». 
 
    Pues sí, estas narraciones son como un cuadro de Chagall, creando imágenes inolvidables que serían más bien surrealistas.

    Es una novela que puede leerse por parte de cualquier ser humano del planeta Tierra, sea cual sea su cultura. Ahora, si tienes el lujo de que tu lengua materna sea el español, date el gusto de ver cómo, sólo con palabras, se construyen mundos, que son este, pero no del todo.

Como es un clásico, tiene página en la Wikipedia. Y os dejo mi expresión favorita de la historia, el tiempo pasa  / sí, pero no tanto...

Al reconocer la voz de la bisabuela, movió la cabeza hacia la puerta, trató de sonreír, y sin saberlo repitió una antigua frase de Úrsula.
—Qué quería —murmuró—, el tiempo pasa.
—Así es —dijo Úrsula—, pero no tanto.