domingo, 29 de marzo de 2020

#80 Cadena perpetua

Póster en Film Affinity



The Shawshank Redemption

Año: 1994
País: Estados Unidos
Dirección: Frank Darabont
Música: Thomas Newman


Un clásico carcelario con final antológico

            Es posible que en pocas listas de «cien mejores» te incluyan esta y, sin embargo, me parece una película de género ideal, con una sólida base literaria.

El guion se basa en un relato de Stephen King, y tiene esa mezcla tan inquietante de lo cotidiano con lo extraordinario.
            
La dirección es impecable, manteniendo el ritmo en todo momento, contándote la historia central de una amistad entre dos personas muy diferentes, los personajes interpretados por Tim Robbins y Morgan Freeman, que en un entorno muy hostil y embrutecedor, como es una cárcel, logran conectar de una manera que les cambiará la vida.

Como toda película carcelaria, habrá sus violaciones, palizas, injusticias y corrupción. Aquí no hay ninguna redención mágica, los personajes sufren, y tienen momentos tremendos, pero yo diría que nunca dejan de soñar, y de pensar, y de sacar lo mejor de una situación realmente mala.

Hay momentos de suspense, pues no sabes si realmente el personaje de Tim Robbins es inocente, como él dice. Al fin y al cabo, en la cárcel, todos son inocentes.

Algunas escenas son tan puramente cinematográficas que se te quedan ancladas en la retina y las recuerdas muchos años después. La del personaje de Tim Robbins poniendo un disco de ópera, en concreto el dúo de Susana y la condesa en Las bodas de Fígaro y como, en mitad de un entorno despiadado, ese momento de belleza enmudece a todos. La música ayuda a Tim Robbins a soportar las peores experiencias, en una celda de aislamiento.

Creo que si acabas viendo esta película una y otra vez es por ese final positivo. La manera tan hábil en que se resuelve cómo estos dos hombres alcanzan la libertad es, simplemente, uno de esos momentos ¡sí! de triunfo, muy a la americana, pero que siguen gustando porque funcionan… o funcionan porque siguen gustando.

En manos de otros actores esto se habría desbarrado en interpretaciones histéricas. Con otro director, el ritmo sería o mucho más pausado o enloquecido, podría haber ido a cualquiera de los dos extremos.

Robbins y Freeman están, simplemente espectaculares, precisamente porque no pierden el tiempo en alharacas. Hay más sabiduría interpretativa en una mirada calmada de Morgan Freeman que en cientos de histrionismos mucho más aplaudidos.

El director, un novato por entonces, coloca y encuadra de manera que todo parece fluir, sencillo, como si simplemente la vida pasara ante la cámara. Lograr que lo importante sea la historia... eso también hay que saber hacerlo. Pocos directores de las últimas décadas consiguen ser potentes sin que se note que están ahí. A mí se me da un aire a lo Clint Eastwood, con ese toque clásico que parece que no hay esfuerzo a la hora de narrar y, sin embargo, hay mucho trabajo y pensamiento para lograr esa naturalidad.

Leo por ahí que esta película pasó en su momento sin pena ni gloria. Que, de hecho, tampoco recaudó mucho; hay que entenderlo, fue el año de Forrest Gump. Pero que, con los años, ha ido ganando en fans, y no me extraña. Yo soy una de ellas. Es una película redonda dentro de su género, creíble y en cierta forma, un canto apasionado a la integridad del ser humano, a su valor intrínseco incluso en los momentos más terribles.

Si no la has visto aún, no desaproveches la ocasión. Y aunque vayas viendo cosas que te parezcan fuertes, o desagradables, o te entristezcan, creedme, el final merece la pena.
Para saber más: consúlteme usted la Wikipedia, Film Affinity o la Internet Movie Data Base.

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