sábado, 12 de enero de 2019

#27 Miserere


Gregorio Allegri, grabado de
Francesco F. Aquila, h. 1676-h. 1740
[Dominio público], vía Wikimedia Commons



Miserere mei, Deus





Compositor: Gregorio Allegri
Estreno: Capilla Sixtina (El Vaticano), h. 1638


Un ascenso a lo sublime

Semana Santa de 1770, en concreto el 11 de abril.

Un jovencito de 14 años y su padre, ambos músicos de profesión, entran en la magnífica Capilla Sixtina. Van a escuchar una composición muy especial, escrita más de un siglo y medio antes para ese lugar en particular y que tiene prohibido ser cantada en cualquier otro lugar, bajo pena de excomunión para quien la copiara.

Padre e hijo han viajado por Europa desde hace años, mientras el crío y su hermana eran dos niños prodigios. Ahora han crecido y hay que buscarse las habichuelas de otro modo.

Pero antes, esta criatura tendrá que completar su educación musical. Y para buscarse la vida y aprender más tendrá que hacerlo, lógicamente, en Italia, centro musical por excelencia

A mediados de diciembre de 1769 padre e hijo dejan su casa, en Viena, rumbo al sur. Primero estuvieron en Milán, donde encargaron al niño la composición de una ópera para los carnavales siguientes y, más tarde, conocerán en Bolonia al padre Martini.

De ahí, a Roma, donde acuden a escuchar una pieza compuesta para la Semana Santa, tan sublime que maravillaba a todos los que la escuchaban, a pesar de que, para entonces, ya era de estilo viejuno. La escribió Gregorio Allegri, quien fuera contralto de la Capilla Papal.

Los viajeros escucharon la interpretación. Luego el niño, ya en la soledad de su habitación, pasó a una partitura aquello que había oído una sola vez. Dos días más tarde, volvieron a la Capilla Sixtina. Era Viernes Santo, 13 de abril de 1770, y pudieron comprobar que la copia era prácticamente perfecta, con solo algunos errores.

Conocido este hecho por el Papa Cemente XIV, se admiró tanto que le concedió al muchacho el honor de ingresar en la orden de la Espuela de Oro. No es que eso te saque de pobre, pero siempre hace bonito en el currículo, ¿verdad?

Como bien sabéis (porque la anécdota es bastante conocida) los dos viajeros eran Leopold Mozart y su hijo Wolfgang Amadeus Mozart. Esta familia tan viajera de la segunda mitad del siglo XVIII dejó muchísimas cartas, y gracias a ellas podemos conocerlos un poco mejor. En una de Leopoldo a su esposa, que entonces vivía en Viena, habla de este hecho:

Tal vez habrás oído hablar a menudo del famoso miserere de Roma, tenido en tan alta consideración que a los músicos de la capilla les está prohibido, bajo pena de excomunión, llevarse la partitura de alguna voz, de copiar o de dar alguna parte a alguien. Pues ya lo tenemos, Wolfgang lo ha anotado…

En realidad, había copias clandestinas desde hacía tiempo, pero eso no quita el menor mérito a Mozart hijo. Para él, la música era algo que tenía en la cabeza, componía «de cabeza» y luego simplemente transcribía lo que había ideado, por eso sus autógrafos tienen tan pocas correcciones. A diferencia de, por ejemplo, Beethoven, que peleaba y luchaba con el papel hasta dar con la mejor idea. Son dos estilos. Lo de Mozart era el lógico fruto de una educación musical intensa, iniciada desde que era bebé, sin lugar para muchas cosas más.

Esta composición de Allegri, la más conocida del autor, refleja muy bien ese estilo de composición de música renacentista religiosa para la iglesia católica. La polifonía maravillosa, esa que tanto denostaban los sosos luteranos (los protestantes ingleses son otra cosa).

Varias voces entremezclándose, elevándose al cielo, transportándote a ti hacia otro plano…

Compuesto ya en el siglo XVII, un siglo que en arte asociamos al Barroco y no al Renacimiento, para entonces a esta polifonía renacentista la llamaban stile antico o prima prattica.

Allegri puso música al Salmo 51 (50 en la numeración de la Biblia griega, de los Setenta o Septuaginta). Es el salmo penitencial más conocido y se le llama habitualmente por sus palabras iniciales: Miserere mei, Deus, que se traduce como Apiádate o ten piedad. O, simplemente, Miserere. Expresa el reconocimiento de culpa por los pecados y pide el perdón. Tradicionalmente se atribuye al rey David, pero como al final se habla de reconstruir los muros de Jerusalén —que, por lo tanto, habían sido arruinados antes—, se cree que puede ser posterior, entre finales del siglo VI y principios del V a. C.

Por este carácter de humillación por la culpa y el arrepentimiento, es idóneo para un momento penitencial, que en el caso de la iglesia católica son los viernes. Porque sí, esta institución de tantos siglos de antigüedad da a cada día de la semana un significado especial. El viernes es día de penitencia y sacrificio, porque la tradición dice que es el día de la semana en el que crucificaron a Jesucristo. De ahí que la iglesia diga que los católicos deben dedicar este día al arrepentimiento. Por eso usan este salmo en las Laudes de todos los viernes del año. Ese carácter sacrificado del viernes hace que sea día en el que los católicos no deberían comer carne, cosa que evidentemente se pasan por el forro (al menos los católicos que yo conozco, siempre tan acomodaticios).

Allegri la musicó para nueve voces, que se distribuyen en dos coros, uno de cuatro y otro de cinco. Van alternando el canto entre uno y otro coro, hasta el verso final, que lo cantan las nueve voces juntas.

En la Guía de Mozart de Erich Valentin (Alianza Editorial, 1988), que es una de las obras que he consultado para esta entrada cuentan que el estilo es «falso bordone», lo que significa improvisación de las contrapartes en la tercera y sexta superiores, respectivamente, al «cantus Firmus».

Y en la Wikipedia me entero de que «denota las influencias combinadas de la escuela romana (Palestrina) y veneciana (Andrea y Giovanni Gabrieli, el coro doble)».

Como mi conocimiento de técnica musical es limitado, no tengo ni idea de a qué se refieren, pero ahí lo dejo para los que sepan más que yo.

Este tipo de polifonía «antigua» acabó desapareciendo como música religiosa a lo largo del siglo XVII. En los países protestantes luteranos, ya digo que eran unos aburridos y preferían cosas más sencillitas, y en los católicos, compositores como Monteverdi y Giovanni Gabrieli se fueron apartando de la tradición de Palestrina y para San Marcos de Venecia empezaron a componer otro tipo de música religiosa, con instrumentos musicales y no solo coros de voces humanas.

¿Qué fue de Mozart después de su paso por Roma? Pasó el resto de 1770 en Bolonia, donde estuvo componiendo la ópera encargada para los carnavales milaneses (Mitrídates, rey del Ponto), al mismo tiempo que estudiaba con el padre Martini. Del resto de su vida hasta su muerte en 1791, ya hablaré otro día.

Como es una obra coral muy famosa, casi cualquier coro que se dedique a la música antigua lo ha grabado, en particular los británicos que son muy dados a ello: así que hay por ahí grabaciones de los Tallis Scholars, los coros del King’s College o la abadía de Westminster, Pro Cantione Antiqua o el Taverner Consort.

Por escoger una para quien quiera construirse una discoteca básica de música clásica, recomiendo la de 1980, de los Tallis Scholars dirigidos por Peter Phillips, en un disco para la Decca que emparejó esta obra con la Misa del papa Marcelo de Palestrina y que en Spotify he visto con una tercera obra, Vox Patris caelestis del compositor renacentista inglés William Mundy.

En You Tube he encontrado esta interpretación del Coro del Claire College de Cambridge, dirigidos por Timothy Brown. Dura unos doce minutos.





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